1. Ponernos en oración: “En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos”.
Esta es siempre nuestra seguridad y nuestra esperanza, Jesús nos habla, quiere dirigirnos la palabra. Y lo hace cada vez que oramos, que nos ponemos a la escucha de su Palabra. ¿Qué quieres decirme hoy?
2. Meditamos el evangelio de hoy.
La oración de hoy debe ser una sorpresa continua desde la primera palabra del evangelio. Hay una afirmación sorprendente: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. La conocemos de memoria pero… ¿vivimos de ella? Jesús nos ama, el Padre nos ama, es el amor divino con el que somos amados. Buscamos ser amados y lo buscamos por muchos caminos, a veces equivocados, otras veces difíciles o complicados. Cuando la verdad es que el AMOR se nos ha dado, ya somos amados por Dios, únicamente hay que salir al encuentro de este amor.
3. ¿Que tenemos que hacer?
Solo una cosa, “permanecer en su Amor”. Hoy tenemos que preguntarnos qué significa permanecer en su amor. San Juan, que nos transmite este evangelio, escuchó un día, al comienzo de la predicación de Jesús esta palabra “ven y lo verás” y nos dice el Evangelio que se quedó con el Señor aquella tarde. En realidad se quedó con el Señor ya para siempre. El discípulo descubrió que permanecer en el amor de Dios era poner nuestra morada en él y dejar que él ponga su morada en nosotros. Sentirnos a gusto con él y en él. Permanecer en su amor es cultivar la amistad con Jesús. En la amistad con Jesús, él permanece en nosotros y nosotros en Él.
4. La mejor de las consecuencias: la alegría
Si permanecemos en él, se nos dará lo más necesario para nuestra vida: la alegría. Y no una alegría cualquiera, sino “su alegría”. “Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud”. Jesús dice “mi alegría” y “vuestra alegría”. Jesús desea que nuestra vida sea una vida llena de gozo y de plenitud. Que su gozo sea el nuestro, y nuestro gozo el suyo. Su alegría es la de ser uno con el Padre. No puede haber mayor alegría que la de saber que somos amados por el Padre, que somos queridos, que somos estimados y valorados por Dios, y que así encontramos el descanso total de nuestro corazón. No hay mayor gozo que ser amados por Dios, no hay mayor gozo que amar a los demás a la medida de Dios.
¡Cuántos regalos del Señor en este evangelio! Disfrútalos en la oración de hoy. El amor y la alegría. Permanezcamos en su amor, permanezcamos en su alegría.