Mt 1, 18-24
Al empezar la oración la oración ponerse en la presencia de Dios; caer en la cuenta donde estoy y ante quien estoy, suplicar que este encuentro con Él solo sea, como todo el día, ordenado en servicio y alabanza de Dios.
Hoy la lectura del evangelio nos presenta el relato de lo sucedido en la encarnación de Jesús en el seno virginal de María y la actitud de san José ante este acontecimiento. Siempre es buena ocasión y mucho más en estos días de adviento el contemplar a José que es testigo privilegiado de lo que vamos a celebrar dentro de unos días. Contemplemos a José, su actitud, y su papel de padre y custodio de Jesús.
Los niños en sus primeros años no aprenden, sino imitan. José por tanto tuvo un papel fundamental con Jesús: fue su modelo de identificación del que aprendió a orar a su Padre Dios, apoyado en su brazo aprendió a trabajar, quizás algunas de sus parábolas las escuchó de labios de José. El Maestro aprendió a ser hombre a través de la persona de José.
Los evangelios nos dicen de José que fue un hombre valeroso que luchó contra los que quería matar a Jesús, que escuchó la frase que todos los padre tienen que saber escuchar más pronto o más tarde, cuando los hijos empiezan a volar: “¿No sabíais que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?”. Dios no dio a su Hijo un padre famoso ni conocido, pero se lo dio Justo.
En las sociedades primitivas se decía que un hombre justo era el que mantenía la promesa hecha a otra persona. Por el contrario era mentiroso el que negaba haber prometido o no se sentía obligado a honrar el compromiso asumido.
El pueblo de Israel había firmado una Alianza con Dios y Dios a su vez había prometido su protección y, en el futuro, el envío del Mesías. José se había mantenido fiel a la Alianza, y por eso se le concedió formar parte del cumplimiento de la gran promesa la venida del Mesías. La fidelidad a Dios siempre recibe una gran recompensa.
Que en estos días que faltan para la venida de Jesús le pidamos a San José que nos alcance del Señor la fidelidad a su venida por intercesión de la Virgen de la Esperanza.
Al terminar la oración miremos como ha transcurrido, donde se me ha ido el pensamiento o donde tengo puesto mi corazón para poder corregirlo y tenerlo preparado para poder recibir a Jesús como lo recibieron María, José, los pastores…