En este Domingo, próximo ya a la Navidad, nos resulta más fácil ponernos a la escucha del Señor en nuestra oración de cada día. Nos colocamos al lado de María y de José para que nos guíen en este anhelo de acoger al Señor.
Casi simplemente con dejarnos empapar por los textos del día nos mete ya de lleno en este clima de salvación y de respuesta confiada por nuestra parte.
Hoy nos brinda en Evangelio la posibilidad de fijarnos en San José, hombre clave en el acontecimiento de Dios hecho uno de nuestra raza. Viene del tronco de Jesé, del linaje de David. Las Escrituras nos muestran que Jesús enlaza con la casa de David a través san José.
Esto nos lleva a pensar que la figura del patriarca san José no puede ocupar un lugar accidental en nuestra vida espiritual. El P. Morales le tenía una gran devoción y nos invitaba constantemente a tener amistad con este santo.
Era el hombre “justo”, o sea, que participaba de la justicia de Dios. Esto es lo que significa justo en la Sagrada Escritura.
María había concebido por obra del Espíritu Santo. Eso José no lo sabía, pero intuía que sucedía algo que se le escapaba, que le superaba. Se encontraba ante un misterio que no podía abordar desde la racionalidad.
Si José hubiera sido racionalista, María habría muerto lapidada, a ello conduce el único juicio de la razón.
Por eso, lo primero que nos enseña José es a colocarnos ante el misterio. ¡Cuántos misterios en la vida de cada uno!
Contemplar lo que Dios quiere decirnos sin anteponer el juicio de nuestra razón.
Lo que Dios nos quiere dar es siempre mayor que lo que cabe pensar y esperar.
La apertura al misterio nos conduce a la contemplación, y es ahí donde Dios manifiesta su voluntad.
Pongámonos hoy en esta clave de interpretación y de acogida y seremos sorprendidos pos el Dios que viene a salvarnos en la humildad de nuestra carne.
Cuando hacemos lo que se nos pide, se nos da lo que se nos promete. Nunca ha habido una promesa mayor que esta. Por eso, que este rato de oración sea colocarnos en la actitud y posición más adecuada. El mismo Dios se nos dará.
Que María y José acompañen nuestra oración y también nuestras zozobras en la vida. Saben de lo que hablamos cuando les contamos estas cosas.
¡FELIZ NAVIDAD! Anticipada ya en nuestra comunicación amorosa con el Verbo de la vida.