Hoy celebramos la solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.
La liturgia de este día está llena de alusiones a la alegría y a la esperanza.
“Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios…”
En el salmo 97 repetimos: “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas”.
“Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad”.
Ya en la lectura que hoy leemos en el libro del Génesis aparece la esperanza de la salvación, ante la tentación en la que sucumben nuestros primeros padres. “…Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón”.
Pero hoy no puede faltar uno de los textos que propone el P. Morales para la oración de este día de la Virgen Inmaculada.
La virgen ha conquistado la meta
“Cada átomo, cada rosa son la expresión de un pensamiento preexistente desde toda la eternidad en la mente de Dios. Todas las cosas por debajo del hombre son la realización de un modelo. Un árbol es de verdad árbol porque corresponde a la idea que Dios tiene de un árbol. Una flor es flor porque es la idea que Dios tiene de una flor, con su química sencilla y complicada, sus tintes y colores, fragancias y perfumes.
Con las personas, en cambio, no ocurre lo mismo. Dios tiene de nosotros dos imágenes. Lo que somos, lo que Él quería que fuésemos. El Señor posee el diseño y la realización, el plano y el edificio, la partitura musical y su ejecución. Nuestra debilidad e inconstancia nos impide realizar con perfección el croquis, el plano, la partitura.
Una sola persona humana hay entre todas las creadas, MARÍA, de la que Dios posee una sola imagen, un solo pensamiento. En la Virgen reina una perfecta conformidad entre lo que Dios pensó que fuese y lo que es en realidad. Es su bendita y santísima Madre, la Inmaculada.
Nosotros nos quedamos debajo de la marca. No alcanzamos la estatura querida por Dios para nosotros, no colmamos plenamente las esperanzas que el Padre del cielo concebía sobre cada uno. La Virgen sí que ha alcanzado plenamente la marcha, la conquistado la meta. ¡Salve, llena de gracia, bendita entre todas las mujeres…! Tú sola, entre todas las personas, llenas las ambiciones divinas. Tú sola puedes cantar el salmo 29: “Te ensalzaré Señor, porque me has librado, y no has dejado que mis enemigos se rían de mí”.
Petición
“Dios te salve, María, Santa Madre del Verbo Encarnado: que le conozca, que le ame, que le viva”.