Empezamos la oración de hoy, como cada
día, poniéndonos en presencia de Dios. Él, que nos estaba esperando, nos mira
con cariño y nos escucha sonriente. Como Padre nuestro disfruta
observándonos, pequeños y frágiles, acudiendo a Él. Igual que una madre es
feliz observando a su hijo entre sus brazos, tranquilo, con la confianza de que
nada puede pasarle, Dios nos ofrece su corazón para que nos acurruquemos en él.
Y allí, seguros de todo peligro, le abramos el nuestro con tranquilidad y
confianza, sabiendo que en él sólo podemos encontrar amor.
Quizá eso nos valga para la oración de
hoy. Sentirnos muy cerca de Jesús. Sentir que todo (exámenes, problemas,
inquietudes…) pierde importancia cuando estamos junto a Él. Que ahí es donde
nuestra vida es más feliz, más plena, porque estamos con quien más nos ama, con
quién nos eligió. No necesitamos más que eso: estar en Él y con Él.
El corazón abierto de Jesús adquiere su
máxima expresión de amor en la cruz. Desde ella nos sonríe con los brazos
extendidos, para abrazarnos también desde el sagrario. Así que hoy disfrutemos
su presencia, su caricia suave en el alma. Una presencia que nos alcanza todo
aquello que necesitamos, pues nos va configurando con Cristo. Y con Él, por Él
y en Él somos mejor de lo que somos. Desde un amor experimentado de esta
manera, nuestra vida se transforma. Entonces resuenan de manera especial las
palabras de Jesús “lo que habéis recibido gratis dadlo gratis”.
Dejemos que hoy el amor nos inunde,
gratuitamente y relajémonos, disfrutemos.