16 junio 2016. Jueves de la XI semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El Padrenuestro. La oración que Jesús mismo nos enseñó.  El sentido global de lo que se pide en la misma es "venga tu reino", lo que equivale a una renuncia a todas las pequeñas peticiones que suelen poblar nuestras oraciones en favor de una aspiración de verdaderos hijos. "Santificado tu nombre" es un reconocimiento de quién es Dios. "Venga tu reino" es el deseo máximo, único y unificador, lo que jerarquiza todos los demás valores y hace que "bueno/malo", "deseable/temible" adquieran un sentido diferente. "Danos cada día nuestro pan de mañana" es una fórmula compleja, que tiene poco que ver con la subsistencia material y mucho con la confianza en Dios y la petición del alimento espiritual. Aspirar al perdón ofreciendo como justificación nuestra propia actitud de perdonar es una formidable inversión de la realidad: en realidad, nosotros perdonamos porque nos sentimos perdonados; nuestro perdón es respuesta. En esta "petición" manifestamos por tanto que vivimos en el perdón, en la reconciliación, hacia Dios y entre nosotros. Y al final se manifiesta nuestra desconfianza en nuestras propias fuerzas, rogando a Dios que no nos ponga a prueba, porque sabemos de nuestra debilidad.
Por tanto, esta oración, que aparentemente es de petición, se transforma en una oración de aceptación. Y su resumen es la fórmula que, precisamente, falta en Lucas y se incluye en Mateo: "Hágase tu voluntad". Fórmula que tampoco es una petición (por supuesto que la voluntad de Dios se hace) sino una aceptación.
El Padrenuestro es por tanto la oración de los hijos; sólo un espíritu filial puede orar así. Es una oración mucho que supone mucho más que una serie de peticiones, pues es una profesión de fe, una confesión pública de nuestra relación con Dios y con los demás.
Con razón la ha colocado la Iglesia como antesala de la comunión. Si por el bautismo nos adherimos a Jesús crucificado para el mundo, en la comunión lo hacemos nuestro alimento y nuestra bebida. Comulgamos - todos juntos - con Jesús para renovar el Espíritu, para renovar nuestra comunión, nuestro espíritu filial, nuestro compromiso fraterno. Y todo ello se expresa en esa profesión de fe que recitamos juntos antes de comulgar con Jesús.
Por otra parte, sabemos que nuestro espíritu no es tan puro; sabemos que mentimos cuando proclamamos que queremos sólo el Reino, que aceptamos toda Su voluntad y que perdonamos como Dios perdona. Cuando pedimos a Dios lo que nos apetece no recitamos el Padrenuestro; le pedimos suerte, dinero, salud, éxito, consuelo... Es evidente que si un hada maravillosa nos permitiera formular tres deseos, estos no serían "santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad"...
Para rezar el Padrenuestro necesitamos elevarnos por encima de la mediocridad y hacer un acto consciente de que somos hijos, constructores del Reino, y de cuáles son los valores supremos del reino. Recitar el Padrenuestro es un fuerte desafío a la mediocridad de nuestra fe. Pero lo profesamos así avalados por el mandato de Jesús. Porque Él nos dijo que orásemos así, por eso, sólo por eso nos atrevemos a decir...

¿No sería necesario que recitásemos con más consciencia el Padrenuestro?

Archivo del blog