Iniciamos este sábado más cerca del Corazón de la Virgen María, intentando
vivir de lleno la Campaña de la Visitación. Si me dejo envolver en su
ternura de Madre descubro en mi interior la misericordia del
Corazón de Cristo. Mi deseo es vivir todo el día en su presencia desde el
inicio en este rato de oración.
El texto del Evangelio es extenso, pero se memoriza muy bien. Es una
llamada insistente a vivir pobre. No dar tanta a importancia a lo que vamos a
comer o beber, al vestido…al ordenador, al móvil… “¿No vale más la vida
que el alimento, y el cuerpo que el vestido?”
Es un retrato real de cómo vivió Jesús sus años en la tierra. Desprendido
de todo, como los lirios del campo y las aves del cielo. No necesitan trabajar,
“ni siegan, ni siembran, ni almacenan y sin embargo, vuestro Padre celestial
los alimentan”.
Nos alienta al Señor a no agobiarnos. Lo repite en este texto cuatro veces.
¿Por qué será? El hombre de todos los tiempos tiene hambre y sed de cosas, de
seguridad y poder, de afecto. Y los hombres vivimos a veces tan agobiados o lo
que es lo mismo, angustiados, abatidos, a veces preocupados… que hemos perdido
las huellas del camino que nos lleva a la fuente de Vida, Cristo, que pasamos
abatidos y preocupados delante de esta fuente que es la Eucaristía…pero “nos
morimos de sed, teniendo tan cerca el agua”.
Algunas veces comento cuando nos reunimos con algunas personas que están en
plena madurez: “La edad que tengo ahora, es la mejor que puedo tener”. Primero
me ayuda a vivir dentro de la realidad. No la puedo cambiar y lo mejor es
aceptar sin agobiarse que toda mi vida se reduce a vivir el ahora, porque el
pasado ya pasó, y el futuro no ha llegado todavía.
Me puede ayudar este rato de oración a preguntarme.
¿Cuál es la causa más importante de mi agobio? ¿No será que quiero
controlar toda mi vida desde de mi poder, mi salud, mi fortaleza, desde
mi riqueza, y no quiero aceptar que como criatura, fondo dependo totalmente de
Dios? Que la preocupación excesiva por la seguridad que busco en las cosas
pasan me comunican inseguridad y tristeza…
¿Qué feliz se vive desprendido, en pobreza, disponiendo sólo de lo
necesario, como se vivía en la familia de Nazaret y como sigue sucediendo a los
pajarillos y a los lirios del campo?
María, Madre de Jesús comunícanos la sencillez y a la vez la plenitud de
vivir totalmente pendientes de las manos providentes de Dios. Abandonados en su
bondad de Padre, que sabe lo que necesitamos antes de pedírselo.