2 junio 2016. Jueves de la novena semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Os propongo comenzar  la oración con el salmo 24. Después de ponernos en la presencia del Señor y de ofrecernos a Él por medio del Corazón Inmaculado de la Virgen, saboreamos el salmo que nos propone la liturgia del día:
Señor, enséñame tus caminos
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad; 
enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador.
Este salmo además nos sugiere una serie de interrogantes que sin inquietud nos podemos plantear junto a Jesús: ¿Qué quieres, Señor de mí? ¿Cómo quieres que te siga, Señor? ¿Voy bien o debo cambiar mi sendero?
Pablo, a su discípulo y amigo Timoteo le escribe desde la cárcel de Roma animándole desde su experiencia de fe y dolor. Por Cristo estoy sufriendo, hasta llevar cadenas como un malhechor.  El camino difícil de Pablo está trazado sobre el pavimento de Cristo; de Cristo pobre, varón de dolores y resucitado. Pablo no es un pesimista ni un perdedor, sabe bien de Quién se fía y de una cosa está totalmente seguro  “si morimos con Él, viviremos con él”. Y podríamos decirlo también al revés, si vivimos con Él moriremos con Él. Se trata de estar identificados con Jesús, pero, ¿está nuestra vida tan identificada con Cristo? La oración de cada día y la gracia de Dios que nunca nos falta nos ayudan a esa fidelidad que Jesús nos pide y que es reflejo de la suya. “Si somos infieles, el permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.
Ayer comenzábamos el mes de junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, pues vamos a quedarnos dentro de este amantísimo Corazón.  Ahora en este ratito de oración-contemplación y durante todo su mes. Qué bien nos lo decía Abelardo cuando hablaba de Jesús, especialmente en este mes de junio, y es que de la abundancia del corazón habla la boca.
 “Tienes muy cerquita a la Madre Virgen. Y el Corazón de Jesús vive dentro de ti. Él te ama muchísimo y por eso realiza esas cosas en ti. Él es tu fuerza, tu vida, tu amor, tu gozo y tu apoyo en las miserias que nunca nos faltan para que seamos humildes y no podamos atribuirnos ningún mérito propio”.
Abrazar las miserias y hacerse pequeño supone intentar mantener a diario nuestro amor a los Corazones de Jesús y María. No desentenderse por nada. Recordar cada día que el Corazón de Jesús me amó y se entregó a la muerte por mí”.
“Y el Corazón de María ve en nosotros el Dios que vive en unidad de inmenso amor, y nos sostiene junto a Él a pesar de nuestras pequeñeces y miserias”.
“No te desaliente nada ni nadie. Sería muy doloroso para el Corazón de Jesús si en alguna ocasión llegáramos a pensar que nuestra miseria es mayor que su misericordia.
“La devoción al Corazón de Jesús es al Amor que es ofendido y pide reparación. Es el Amor que llega a todos, pide nuestra cruz de cada día, única fuente de vida y apostolado”.

(Abelardo de Armas)

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