1. "¿Has
visto cómo Ajab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante
de mí, no atraeré la desgracia” (1Reyes 21,17)
A pesar del
homicidio y del robo perpetrado por todo un rey, Ajab, en la viña de Nabot, lo
que cuenta es SU HUMILDAD. A pesar de ser un SIN VERGÜENZA, su arrepentimiento
le salva.
De todos
modos, su pecado tiene una GRAVE consecuencia “sobre su casa en tiempo de su
hijo”.
Todo habría
quedado en mero accidente o incidente sin el protagonismo de Elías que se
compromete con su realidad, lleva “la palabra del Señor” y denuncia el pecado.
¿Cómo escucho
la voz de Dios en la oración, la liturgia, las circunstancias de mi vida? ¿Estoy
dispuesto a jugármela como Elías?
2. “¡Ten piedad,
Señor, porque hemos pecado!” (Salmo 50)
Cuántas veces
hemos recitado y cantado el salmo o el estribillo: ¡Perdón, Señor, hemos
pecado! Hazlo de nuevo, como en Cuaresma, como en el Vía Crucis, como en cada
Misa, como cuando rompes la amistad con Tu Padre, Esposo, Amigo.
3. “Sed
perfectos como como mi Padre celestial es perfecto” (Mt 5,43-48)
Es la
conclusión a la que llega Jesús, como su última recomendación después de
habernos invitado a amar al prójimo, incluso a nuestros enemigos… Llegar hasta
lo último, amar hasta que duela. En montaña, cuando parece que lo has dado
todo, todavía puedes dar MÁS, como el Padre del hijo pródigo, nuestro Padre
Misericordioso, al que Jesús se dirigía con su tierna oración: ¡Abba, Padre!
LECTURAS:
SAN AGUSTÍN: Comentario a la carta de san Juan, nº 1,9
«Sed perfectos como mi Padre celestial
es perfecto» «En esto reconocemos que estamos
en Dios: si en él somos perfectos.» Aquí Juan quiere decir: perfectos en el
amor (1Jn 4,17). ¿Cuál es la perfección del amor? Amar a nuestros enemigos y
amarlos hasta tal punto que lleguen a ser nuestros hermanos. En efecto, nuestro
amor no debe ser un amor según la carne. Ama, pues, a tus enemigos deseando que
sean tus hermanos; ama a tus enemigos de manera que se sientan llamados a vivir
en comunión contigo. Es así que amó aquél que, colgado de la
cruz, decía: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). A
través de una oración cargada de misericordia y de un gran poder, quería
arrancarlos de la muerte eterna. Por otra parte, muchos de ellos creyeron y
fueron perdonados por haber hecho derramar la sangre de Cristo. Se la hicieron
derramar encarnizándose contra él; al creer la bebieron. «En esto reconocemos
que estamos en él: si en él somos perfectos.» El Señor nos invita a esta
perfección de amor a los enemigos cuando dice: «Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto».
2. SAN JUAN DE LA CRUZ. Avisos a un religioso para alcanzar la perfección
1. Jesús Mariae Filius. Pidióme su santa
caridad mucho en pocas palabras; para lo cual era necesario mucho tiempo y
papel. Viéndome, pues, falto de todas estas cosas, procuré de resumirme y poner
solamente algunos puntos o avisos, que en suma contienen mucho y que quien
perfectamente los guardare alcanzará mucha perfección. El que quisiere ser
verdadero religioso y cumplir con el estado que tiene prometido a Dios, y aprovechar
en las virtudes y gozar de las consolaciones y suavidad del Espíritu Santo, no,
no podrá si no procura ejercitar con grandísimo cuidado los cuatro avisos
siguientes, que son: resignación, mortificación, ejercicio de virtudes, soledad
corporal y espiritual.
2. Para guardar lo primero, que es
resignación, le conviene que de tal manera viva en el monasterio como si otra
persona en él no viviese. Y así, jamás se entremeta, ni de palabra ni de
pensamiento, en las cosas que pasan en la comunidad ni de las particulares, no
queriendo notar ni sus bienes, ni sus males, ni sus condiciones; y, aunque se
hunda el mundo, ni querer advertir ni entremeterse en ello, por guardar el
sosiego de su alma; acordándose de la mujer de Lot, que, porque volvió la
cabeza a mirar los clamores y ruido de los que perecían, se volvió en dura
piedra (Gn. 19, 26).
Esto ha menester guardar con gran
fuerza, porque con ello se librará de muchos pecados e imperfecciones y
guardará el sosiego y quietud de su alma, con mucho aprovechamiento delante de
Dios y de los hombres.
Y esto se mire mucho, que importa tanto,
que por no lo guardar muchos religiosos, no sólo nunca les lucieron las otras
obras de virtud y de religión que hicieron, mas fueron siempre hacia atrás de
mal en peor.