12 junio 2016. Domingo de la XI semana de Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración

El evangelio nos presenta la vida errática de una mujer que descubre la verdad en Jesús y se abraza a ella con todo su ser, con todo su amor para superar su vida anterior llena de falso amor; la vida de esta mujer que con sus gestos reconoce su pecado se renueva y por eso, tal vez, el evangelista nos recuerda los nombres de aquellas que seguían a Jesús junto con los Doce y que habían recibido la misericordia del Señor.
El amor mayor ha alcanzado el perdón. El destinatario principal de las palabras de Jesús es el fariseo falto de amor y la mujer se convierte en modelo para él; recordemos la parábola del padre misericordioso o del hijo prodigo.
El fariseo Pablo nos habla de cómo la salvación, la justificación, viene por la gracia de Jesucristo y transforma la vida. Pablo vive para el Señor y el Señor es la vida de Pablo. Pablo reconoce que Jesús le amó y dio la vida por él y esa donación se mantiene en una relación reciproca de comunión de vida y amor: “vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí (hasta la muerte y una muerte de cruz)”. Pidamos en este domingo, con san Ignacio, conocimiento de la vida verdadera que muestra Jesucristo, y gracia para imitarle.
De la oración para el año de la misericordia
Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él.
Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido…
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.

Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

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