En pleno mes de junio, mes del Corazón
de Jesús, arrancando la Campaña de la Visitación que desde más de medio
siglo venimos viviendo en la Milicia, con tan abundantes frutos de
conversión para las almas especialmente jóvenes, durante el verano que es
invierno para muchos que no le conocen, invierno lamentable por no
responder a las invitaciones que desde dentro y desde fuera, el
Espíritu, por medio de la Virgen quiere entrar en sus vidas, vamos a
hacer una oración ardiente, encendida en santos deseos se santidad como
nos invitaba en días pasados el Evangelio: “Ser perfectos como vuestro padre
celestial es perfecto” (Mt 5,48).
Ponerse en marcha como María a visitar a
su prima Isabel, donde la requería la voluntad del Señor, no se mira a sí
misma, no amontona tesoros en la tierra, busca los del cielo, levanta la
mirada, no ha nacido para el suelo que es morada de dolor, ha nacido para Dios.
También nosotros somos hijos de Dios,
que podemos llamar a Dios Padre y como Ella ponemos en Él nuestro tesoro
y nuestro corazón, para ser sal y luz, fermento, testigos.
Pero atención, mirad: si no nos abrimos
a los demás, nos estancamos, como comentaba el año pasado para este mismo
día tomando una cita de Abe del mes del Corazón de Jesús: “Ser buen para sí, es
cosa imperfecta; serlo para otros y no para sí es cosa dañosa”. Y en estos día
que andamos de exámenes tenemos que ser buenos para sí, estudiando trabajando
cumpliendo con nuestro deber ofreciendo cuando nos cuesta, sin quejarnos,
con alegría porque nuestro tesoro y corazón están puestos en el cielo de
donde nos viene todo don y toda gracia.
Que Santa María nos visite y así como
Ella ponderaba todo lo que le había dicho el ángel, cuando se puso en camino
hacia la casa de Isabel, portadora del tesoro que por la fe llevaba en su
interior, nos haga partícipes a todos nosotros.
“Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes
palabras de vida eterna. Estas palabras de Pedro a Jesús en un momento de
dificultad, las podemos poner en labios de la Virgen en esta campaña y las
podemos hacer también nuestras: “Señor, ¿A quién vamos a ir? Tú tienes palabras
de vida eterna”.