26 junio 2016. Domingo de la XIII semana de Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración

Lc 9, 51-62
Al iniciar la oración es conveniente comenzar con una cierta preparación externa que nos llevará a la actitud interna del conocimiento del Señor, siendo consciente de qué es lo que voy hacer y ante quién lo voy a hacer poniendo en práctica las 5 adiciones ignacianas.
No está de más  recordar que los evangelios no están escritos para leerlos como se lee un libro de literatura o una biografía, no están escritos en primer lugar para hacer historia; al final del evangelio de san Juan nos dice que, narra los hechos de la vida de Jesús “para que creáis”. El evangelio de san Lucas que estamos leyendo este año presenta los hechos y las palabras de Jesús como el camino de encuentro con el Señor y como un camino de encuentro con la fe.
El texto del evangelio de hoy empieza: “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir al Jerusalén”. Esta “subida a Jerusalén” es una subida hacia la muerte. Esta decisión es una decisión fundamental en la vida de Jesús: inicia el camino hacia su muerte. Desde esta decisión irrevocable de Jesús de subir a Jerusalén, se entienden mejor las exigencias que el Maestro plantea.
Las exigencias de Jesús a los que deciden seguirle son muy duras; nos pueden parecer incluso inhumanas como la de seguirle inmediatamente, sin poder despedirse de los seres queridos y ni siquiera enterrar al padre, nos puede parecer de una dureza muy difícil de aceptar. Incluso nos puede parecer estar en contradicción con lo que les dice a los hijos de Zebedeo, que les regaña por querer hacer llover fuego.
Pero Jesús, en este contexto de su decisión irrevocable de subir a Jerusalén, nos dice que puede haber momentos en la vida en que es necesario poner en segundo plano los amores más nobles de la persona ante el único valor absoluto: la causa del Reino de Dios. Si recordamos el pasaje de Lc 2 41-45 en el que Jesús se queda en Jerusalén sin saberlo sus padres no debió ser muy distinto a lo que Él nos exige en este pasaje. ¿Cuántos mártires a lo largo de la historia de la Iglesia han tenido que renunciar a lo más sagrado, como es la vida, por amor al Reino de los cielos? Pensemos en este rato de oración cuantas pequeñas renuncias tenemos que ir haciendo para que cuando nos llame el Señor no nos ocurra lo que al joven rico que le dio la espalda y se marchó.

Al terminar nuestra oración, pedidle al Señor que nos conceda un corazón semejante al suyo, manso y humilde, y saber descubrir la Voluntad de Dios para con nosotros por la intercesión de Santa María.

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