Lc 9, 51-62
Al iniciar la oración es conveniente
comenzar con una cierta preparación externa que nos llevará a la actitud
interna del conocimiento del Señor, siendo consciente de qué es lo que voy
hacer y ante quién lo voy a hacer poniendo en práctica las 5 adiciones
ignacianas.
No está de más recordar que los
evangelios no están escritos para leerlos como se lee un libro de literatura o
una biografía, no están escritos en primer lugar para hacer historia; al final
del evangelio de san Juan nos dice que, narra los hechos de la vida de Jesús
“para que creáis”. El evangelio de san Lucas que estamos leyendo este año
presenta los hechos y las palabras de Jesús como el camino de encuentro con el
Señor y como un camino de encuentro con la fe.
El texto del evangelio de hoy
empieza: “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús
tomó la decisión de ir al Jerusalén”. Esta “subida a Jerusalén” es una subida
hacia la muerte. Esta decisión es una decisión fundamental en la vida de Jesús:
inicia el camino hacia su muerte. Desde esta decisión irrevocable de Jesús de
subir a Jerusalén, se entienden mejor las exigencias que el Maestro plantea.
Las exigencias de Jesús a los que
deciden seguirle son muy duras; nos pueden parecer incluso inhumanas como la de
seguirle inmediatamente, sin poder despedirse de los seres queridos y ni
siquiera enterrar al padre, nos puede parecer de una dureza muy difícil de
aceptar. Incluso nos puede parecer estar en contradicción con lo que les dice a
los hijos de Zebedeo, que les regaña por querer hacer llover fuego.
Pero Jesús, en este contexto de su
decisión irrevocable de subir a Jerusalén, nos dice que puede haber momentos en
la vida en que es necesario poner en segundo plano los amores más nobles de la
persona ante el único valor absoluto: la causa del Reino de Dios. Si recordamos
el pasaje de Lc 2 41-45 en el que Jesús se queda en Jerusalén sin saberlo sus
padres no debió ser muy distinto a lo que Él nos exige en este pasaje. ¿Cuántos
mártires a lo largo de la historia de la Iglesia han tenido que renunciar a lo
más sagrado, como es la vida, por amor al Reino de los cielos? Pensemos en este
rato de oración cuantas pequeñas renuncias tenemos que ir haciendo para que
cuando nos llame el Señor no nos ocurra lo que al joven rico que le dio la
espalda y se marchó.
Al terminar nuestra oración, pedidle
al Señor que nos conceda un corazón semejante al suyo, manso y humilde, y saber
descubrir la Voluntad de Dios para con nosotros por la intercesión de Santa
María.