9 junio 2016. Jueves de la décima semana de Tiempo Ordinario – San Efrén – Puntos de oración

¿Qué es la oración? La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. Una persona que ora se confía cada vez más a Dios. Busca ya desde ahora la unión con aquel a quien encontrará un día cara a cara. Por eso pertenece a la vida cristiana el empeño por la oración cotidiana. Ciertamente no se puede aprender a orar como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su gracia. (Youcat Pág. 270)
Hemos dicho muchas veces que para amar a los demás primero tenemos que amarnos a nosotros mismos. El que es tacaño consigo mismo, ¿con quién será generoso?  Nadie peor que el avaro consigo mismo. Decía Santo Tomás de Aquino que pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado. Que de hecho “las madres, que son las que más aman, buscan más amar que ser amadas” Por eso, el amor puede ir más allá de la justicia y desbordarse gratis, sin esperar nada a cambio (Lc 6,35), hasta llegar al amor más grande, que es dar la vida por los demás (Jn 15,13) ¿Todavía es posible este desprendimiento que permite dar gratis y dar hasta el fin? Seguramente es posible, porque es lo que pide el evangelio: “Lo que habéis recibido gratis dadlo gratis” (Mt 10,89) (Exhortación Apostólica de S.S Francisco, La alegría del evangelio)
La lectura nos habla de la obediencia.
El SalmoOh Dios, tú mereces un himno en Sión. Preparas la tierra, riegas los surcos. Cuando hacemos las cosas bien, estamos felices, contentos. Ése es el premio. Dios nos da lo mejor: su ayuda, su gracia, su fuerza para amarle.
El evangelio nos habla del perdón. Cuántas personas hacen grandes obras de caridad, trabajos y no son capaces de perdonar a un familiar, a un vecino o un amigo. Cuántas veces pongo de ejemplo aquello de “si quieres ser feliz un instante, véngate de una persona y si quieres ser feliz siempre perdona.”
Tras su elección como sucesor de Pedro, todavía resuenan con fuerza las palabras del papa Francisco en la pequeña iglesia parroquial de Santa Ana: “La misericordia cambia el mundo, hace al mundo menos frío y más justo. El rostro de Dios es el rostro de la misericordia, que siempre tiene paciencia. [...] Dios nunca se cansa de perdonarnos. El problema es que nosotros nos cansamos de pedirle perdón. ¡No nos cansemos nunca! Él es el padre amoroso que siempre perdona, que tiene misericordia con todos nosotros”. En el reciente pregón pascual, la invitación del santo padre es clara: “Dejémonos renovar por la misericordia de Dios, dejemos que la fuerza de su amor transforme también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de esta misericordia”.
Aprovechemos este tiempo de oración para ver cómo está mi corazón (mi ofrenda) con las personas que me rodean.

Abro a Jesús mi corazón y le digo en este mes dedicado a su Corazón: Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío; o como decía el P. Cándido Pozo en Perú: “Sagrado Corazón de Jesús de ti yo sí me fío.”

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