Día bonito. Verdadero día del corazón,
junto con el día de ayer. ¡Tantos corazoncitos en el supuesto Día de
los enamorados…! pero el verdadero corazón enamorado es el de la
Virgen María. Enamorada de su Hijo, enamorada de su Dios. La llena-de-gracia
puesta a amar es la maravilla de María. Porque se dejó amar por Dios dio el
granado fruto del Hijo de Dios. Y por eso puede ella ahora amarnos con su
Inmaculado Corazón.
Un corazón que supo guardarse para el
Rey de Reyes; un corazón que supo albergar al Creador de las Estrellas; un
corazón que latió al unísono con el Autor de la Vida; un corazón que supo
conservar los secretos de la Eterna Sabiduría; un corazón que se rompió con el
de su Hijo al pie de la Cruz; y un corazón que exultó de gozo con la
resurrección de su Jesús…
Un corazón atento y animoso para
sostener a aquellos desanimados apóstoles; un corazón orante para recibir el don
del Espíritu en Pentecostés junto a la Iglesia naciente; un corazón anhelante
del encuentro eterno y que no murió nunca; un corazón maternal que acoge cada
sufrimiento humano de cada uno de sus hijos…
Un corazón que hace latir el mío al
ritmo del de Jesús; un corazón que me acompaña mientras recorro la vida y
avanzo, retrocedo o me tropiezo; un corazón que llora y ríe conmigo según
lloren mis ojos o ría mi boca; un corazón que me cobija en cada momento de
soledad; un corazón que me sostiene en cada decisión difícil…
Un corazón que me alienta en cada misión
emprendida; un corazón que calienta mi hogar para que se cobijen en él los que
han de creer; un corazón para enseñarme a amar con corazón limpio, despegado de
mi mismo, universal, generoso, apasionado…