1 febrero 2017. Miércoles de la cuarta semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Comienzo la oración con un acto de fe en la presencia viva de Jesús en mi corazón o en el sagrario si estoy ante él: “Señor, aumenta mi fe”. Mirando a la Virgen, le suplico que no me pase como a los nazarenos que “desconfiaban de Jesús”. La Palabra de Dios tiene un mensaje para mí hoy y en este rato de oración quiero estar a la escucha para acoger ese mensaje y aplicarlo a mi vida con la ayuda de la gracia.
Me pregunto si no puedo parecerme a los nazarenos. Jesús “se extrañó de su falta de fe”. ¿Cuándo soy yo como ellos? Aquellos habitantes de Nazaret estaban tan acostumbrados a convivir con el hijo del carpintero que no se explicaban de dónde le venía la sabiduría que mostraba en su predicación ni de donde salía aquella fuerza para hacer milagros: “¿Y esos milagros de sus manos?”. Aquellas manos de carpintero humilde no podían hacer los prodigios que se decían de Él. Yo también puedo parecerme a ellos cuando, a fuerza de costumbre y de rutina en mi vida cristiana, se apaga el brillo de mi fe, pierdo la frescura del amor primero y no vivo la novedad de haber conocido el amor de Jesús. Escribía el Papa Francisco en Evangelii gaudium: “Cristo es el Evangelio eterno y es el mismo ayer, hoy y para siempre, pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad”.
Quisiera rezarle así: “Jesús, perdona mi falta de fe. Te extrañas de que, después de haber recibido tanto de ti, después de haberme perdonado tanto, mi fe esté adormecida y la tibieza campee en mi corazón. Aumenta mi fe en tu amor que todo lo puede, pues cuanto más se espera de Ti, más se recibe de tu generosidad. Si tuviera fe como un granito de mostaza... Pero hoy quiero despertarme de mi rutina y empezar a creer en que puedes hacer milagros en mi vida y a mi alrededor, porque me quieres y quieres servirte de mí para llevar tu misericordia a los míos”.
Después de haber orado así, cuéntale a Jesús tus sueños y tus deseos de amarle y hacer grandes cosas por Él y pídele esos milagros que tanto esperas: la conversión de ese familiar o amigo, luz para conocer tu vocación, gracias para tantas personas y situaciones de necesidad: enfermedad, falta de trabajo, de unidad, de paz... Que tu fe viva arranque esos milagros de sus manos misericordiosas. Fíjate lo que dice el Papa Francisco: “Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del evangelio, brotan caminos nuevos, métodos creativos, signos más elocuentes...”

“¿No es este el hijo de María?” Dale la vuelta a la frase y conviértela en expresión de fe y de confianza: “Sí, Tú eres el Hijo de María, la Virgen de Nazaret, la que creyó que para Dios nada hay imposible y dijo ‘hágase’ a tu voluntad. Gracias a su fe se realizó el gran milagro de tu Encarnación. Como ella quiero confiar en Ti. Todo lo espero de tu amor. Te quiero”.

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