Jesús en el evangelio de este día, utiliza dos parábolas del mundo agrario, para darnos a
conocer cómo opera la Gracia en la extensión del Reino de Dios.
Las fases son claras:
- Primer momento: Es la siembra a través de la palabra, el testimonio, o la
vida...
- Segundo momento: Es la espera fecunda y paciente. Tiempo aparentemente
estéril al exterior, pero fecundo a lo interior.
- Tercero momento: Aparecen los primeros brotes, luego los tallos y más tarde
la espiga...
- Cuarto momento: Viene la siega.
Todo esto se produce dentro de los factores tiempo y
espacio...
Si queremos cosechar, primero tenemos que sembrar... Si
hemos sembrado, tenemos que saber esperar..., y tarde o temprano cosecharemos.
Hoy puede ser un momento apropiado, para hacernos algunas preguntas en
nuestra oración personal. Por ejemplo:
- ¿Sembramos o no sembramos?
- Si sembramos, ¿cómo lo hacemos..., a manos llenas o de forma
limitada y tacaña..?
- ¿Cómo preparamos los campos..., y que esfuerzo dedicamos la
siembra..?
- ¿Qué hacemos en esos tiempos, aparentemente muertos, que se
suceden después de toda siembra...? ¿Realmente sabemos esperar amando...?
Estas podían ser algunas preguntas con
las que podemos iniciar nuestra oración... Luego vendría un coloquio con el
Señor, más bien largo que corto, en que podamos ponderar con Él, el trabajo de
la Gracia, cuando nosotros terminamos el nuestro...
La Gracia es el factor fundamental de todo
crecimiento interior y de toda plenitud exterior... Si no fuera por la Gracia
no habría cosecha alguna. Es ese elemento vital escondido en la tierra de cada
persona que hace fecunda la semilla que cayó en el surco de una vida.
Impresiona ver desarrollarse la
Gracia en las personas..., sobre
todo cuando estas no oponen resistencia alguna a ella. ¡Es una plenitud tan
grande y tan llena, que uno no puede por menos de admirarse y sobre todo de dar
gracias a Dios por su obra, misteriosa, pero cierta...!
Dios ha querido vincular el
crecimiento del Reino, a
nuestro pequeño esfuerzo de sembrar, para que nos sintamos colaboradores
suyos...
La admiración es parte de la vida del evangelizador
y de la evangelización. Quien evangeliza no puede por menos de admirarse de la
obra de Dios en las almas. Al principio insignificante, pero poco después
plenificante...
¡Feliz nuestra vocación de
sembradores! ¡Felices
aquellos que dedican su tiempo a esta labor, pues ciertamente no quedaremos
defraudados…!
Os animo a que terminemos nuestra
oración de este día, pidiendo
operarios para la mies, pues esta es mucha, y hay que recogerla a tiempo para
que no se pierda... Que así sea.