Ayer celebramos el Santísimo nombre
de Jesús. Fue el nombre que Dios puso a su hijo y le encargó a María que se lo
impusiera: “Tú le pondrás por nombre Jesús”. Hoy, podemos decir que
“celebramos” el nombre de cada cristiano, el que Dios ha puesto a cada uno de
nosotros: “Tú te llamarás Cefas”.
Jesús cambia el nombre de Pedro, y le
da un nuevo nombre que es en sí mismo una misión. Cefas, que significa piedra,
es para ser el lugar en el que se asiente la Iglesia. A Pedro le tocó una
misión bien difícil. Y a sus sucesores también, por eso hay que rezar por
ellos. Hoy puede ser un buen día para rezar por el Papa Francisco, que siempre
nos pide que recemos por él, y a veces se nos olvida.
Pero, simbólicamente, hoy es también
el día que Dios nos cambia el nombre a cada uno de nosotros. Podemos rezar así.
“Señor me llamo________, pero ¿tú que nombre-misión me pones?” Y ahora tenemos
todo un buen rato para pensarlo delante de Dios. ¿Me llamarás Prudencio (como
la virtud cardinal)? ¿Me llamarás Benedicto (bendito, que bendice)? ¿Me
llamarás Teodoro (que adora a Dios)? ¿Me llamarás Fuego (porque tendré que
incendiar el mundo con el fuego de tu amor)? ¿Me llamarás Bálsamo (porque
quieres que sea consuelo y paz para todos)? ¿Me llamarás Ternura (porque
quieres que transparente tu forma de amar a todos)?...
¿Cómo me llamas, Señor? Yo me voy a
dejar cambiar el nombre. Quizás en el DNI siga apareciendo el que me pusieron
mis padres, que también me gusta mucho, pero el que voy a llevar como
sobrenombre va a ser ese que tú me quieres dar. Voy a estar abierto a lo que me
quieras pedir. Voy a ir contigo a tu casa, como Juan y Andrés, aquella tarde.
¿Dónde vives, Señor? Necesito estar contigo, necesito más tiempo para
escucharte mejor, para oír cómo dices mi nombre y mi sobrenombre.
Actividades:
1. Cambia los nombres propios subrayados por los que te
corresponden a ti: “_Simón_, hijo de _Jonás_, tú te llamarás _Cefas_”.
2. Da gracias a Dios por el nombre recibido y reza para que seas
capaz de cumplir con la misión que has recibido.
3. Si no escuchas a Dios decir tu nombre, pregúntale a María, que
ella tuvo que poner el nombre a Jesús y sabe muy bien cada uno de los nuestros.