29 enero 2017. Domingo de la cuarta semana de Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

Empieza el evangelio de hoy diciéndonos que al ver Jesús el gentío, subió al monte, se sentó y les enseñaba explicándoles las bienaventuranzas. No sabemos si se decidió a enseñar al ver el gentío, o si fue por lo que vio entre el gentío. Porque me imagino un gran masa de personas entre los que, posiblemente, habría pobres, desheredados, tristes, hambrientos, insatisfechos, endeudaos... Y también, jóvenes idealistas, ingenuos, de mirada limpia y con ánimo solidario, con ganas de servir a Dios y a los demás.
            A todos ellos, hombres y mujeres del siglo I en Palestina, y a nosotros hombres y mujeres del mundo globalizado del siglo XXI, el evangelio de este domingo nos propone el peculiar modo de entender la vida que tiene el Señor. Lo que podríamos llamar el manifiesto del cristiano. Una especie de declaración de principios que choca de manera radical con nuestro habitual modo de entender el mundo y la felicidad. Es el paradójico código de felicidad que anuncia Cristo. ¡Declara dichosos a los que el mundo considera desdichados! ¿Cómo puede ser eso? Porque las bienaventuranzas son un reflejo de las disposiciones del corazón de Dios, no de la bendición que supone ser pobre, triste, manso, etc. Nos indican cuáles son los gustos de Dios, sus focos de atención, aquello que le atrae especialmente, de tal modo que podemos decir: ¡Qué bueno que seas pobre, manso, misericordioso o limpio de corazón! Porque el Señor se va a fijar en ti. ¡Qué bueno que estés triste, hambriento, perseguido o seas injuriado! Porque el Señor se encariña y se enternecerse con los que están como tú y vas a estar en el centro de su mirada de amor y vas a ser objeto de su predilección. Por eso:
BIENAVENTURADOS…
PORQUE…
Bienaventurados los pobres en el espíritu
Porque Dios es magnánimo y da todo lo que tiene a los que ve necesitados. Le entusiasman los pobres de espíritu y por eso les da todo su Reino. De hecho, se enamoró de una pobre doncella de Nazaret.
Bienaventurados los mansos
Porque Dios es justo y generoso y le agradan los que no son competitivos, agresivos ni ambiciosos. Con ellos puede compartir su herencia sin temor a envidias ni rencillas. Por eso, ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que lloran
Porque Dios es todo sensibilidad y ternura. No puede soportar ver a alguien llorando sin intentar consolarle. Porque Él también sabe de dolores y puede ponerse en el lugar del que sufre. Porque no le resulta ajeno el dolor de los que lloran es por lo que tendrán la suerte de ser consolados por Dios mismo.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia
Porque Dios también sueña con un mundo más justo. Porque cree en la dignidad del hombre y la mujer, cree en la humanidad, cree en las causas perdidas, en el derecho a la vida del principio al fin. Porque valora el esfuerzo y sufrimiento de aquellos que luchan por un mundo mejor, es por lo que ellos quedarán saciados de su justicia benevolente.
Bienaventurados los misericordiosos
Porque Él también es misericordioso, ¡todo misericordia! Disculpa siempre, espera siempre, confía siempre. Todo lo cree, todo lo excusa, todo lo soporta, no toma en cuenta el mal. Su misericordia se funde con la de los que ejercen la misericordia  
Bienaventurados los limpios de corazón
Porque  ellos verán a Dios en todas las cosas, y verán las cosas cómo Dios las ve, porque Él es virgen, inmaculado, casto y puro.
Bienaventurados los que trabajan por la paz
Porque Dios trabaja junto a ellos, porque Dios es paz, armonía, estabilidad, serenidad. Colaboran con El en la construcción de un mundo mejor. ¡Qué bueno ser copartícipe de la obra de Dios! Por eso serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia.
Porque Él también ha sido perseguido injustamente y sabe lo que se siente. Porque sabe lo que es sentirse desamparado, sin refugio ni socorro alguno. Por eso, y porque es enormemente sensible a la injusticia y la equidad es por lo que compartirá también con ellos su reino.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa.
Alegraos y regocijaos, porque a Dios nadie le gana en generosidad, lealtad y fidelidad para con los suyos. Porque da siempre el ciento por uno y recompensa con generosidad infinita a los que considera hijos suyos, y si hijos, también herederos.


Este es nuestro código de felicidad, nuestra “hoja de ruta”. Para ser vivido, no explicado, pues estas ideas solo se entienden cuando se viven. Tomemos como ejemplo a María: pobre, humilde y esclava. Que lloró, fue perseguida, injuriada… y sin embargo alegre en su espíritu y felicitada por todas las generaciones.

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