¡Feliz Navidad y muy próspero año
nuevo, querido hermano!
Nuestros corazones exultan de alegría
ante semejante gozo que inunda sin límites el mundo estos días santos, la
bendición Urbi et Orbi que el Papa lanzó el día de Navidad desde la cátedra de
San Pedro invade las almas, la llegada del Salvador del Universo nos libera, el
inicio de un nuevo año nos recuerda que el Señor sigue desbordándonos con su
Misericordia y que nos regala una nueva oportunidad para poder intentar otra
vez serle fieles y hacer este mundo según Su Voluntad.
Hermano, ¡somos libres! El pecado nos
había atado y sometido, pero ha nacido el que es nuestra esperanza, Aquel que
esperaban Isaías y Moisés, Abraham y Jacob, ¡el Señor de Cielos y Tierra se ha
hecho hombre! “Me anonadé tomando forma de siervo… Tanto amó Dios al mundo que
le entregó a su Hijo Único… Y el Verbo se hizo carne”.
¡Somos libres! Entendamos que si Dios
se ha hecho carne es para liberarnos de nuestro pecado y nuestra miseria, ¡ese
niño de Belén es el Dios Todopoderoso, el Unigénito, el tres veces Santo, el
Amor hecho carne!
Y Dios se ha hecho carne para que
podamos abrazarlo, estrecharlo, sentirle a nuestro lado cuando flaqueamos,
verle delante cuando no sabemos hacia dónde ir, sentir que nos sigue cuando
afrontamos una dura decisión, ¡Dios se ha hecho hombre!
Leamos despacio, saboreando, la
lectura de la hermosa carta de San Juan y meditémosla pues tiene mucho jugo: “Éste es el mensaje que habéis oído
desde el principio: que nos amemos unos a otros”. “En esto hemos conocido el amor: en
que él dio su vida por nosotros”. “Hijos
míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras”.
¿Cómo concreto yo el amor que tengo
hacia los demás? ¿Acepto el reto enorme y radical que supone el mandato del
Evangelio “Amaos los unos a
los otros como yo os he amado”?
¿Tengo en cuenta en mi vida al hermano que tengo al lado, al que vive conmigo?
Y escuchemos al niño Dios que nos
dice: “Sígueme”. Que nos vea debajo de nuestra higuera, debajo de
nuestros fallos, de nuestras virtudes, de lo que somos, no le ocultemos nada,
enseñémosle nuestros sueños y luchas, nuestras batallas e ilusiones, nuestros
miedos y preocupaciones y dejemos que él lo haga todo nuevo. Seamos sinceros,
respondamos a ese “sígueme” con radicalidad, pero con lo que somos, que el
resto se nos dará por añadidura.
Hoy los militantes terminan sus
convivencias de Navidad, os pido una oración para que sepan llevar a sus
hogares y amigos la alegría de la Navidad y para que perseveren en la fe en
este mundo que les ha tocado vivir. Que sepan llevar a sus amigos ese “Ven y verás” que le lanza hoy Felipe a Natanael.
Exultamos de alegría estos días y
nuestra oración es una acción de gracias continua, por eso os propongo escuchar
el salmo de hoy cantado en una obra de Mons. Marco Frisina, “celebra al Señor
la Tierra entera”: