17 junio 2022, viernes de la 11ª semana de Tiempo Ordinario. Puntos de oración

Nos ponemos en presencia del Señor invocando al Espíritu Santo para que nos guíe en esta jornada, para actuar según la voluntad del Padre: Ven Espíritu Santo, ven dulce huésped del alma, entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.

Un grito procedente del Evangelio nos va a guiar para la oración: “¡No atesoréis tesoros en la tierra!”, porque son tesoros que la carcoma y los ladrones se llevan. El Espíritu vive en ti porque “el Señor te ha elegido” mediante “una promesa que no retractará”. ¡Cuánto nos cuesta darnos cuenta de esto! Las cosas de la tierra nos parecen tan reales, tan seguras, tan apremiantes. Pero de un momento a otro se van. Es otra cosa la que es segura: el amor que ponemos en nuestras obras, la fe, la docilidad al Espíritu que trae alegría, paz, ensanchamiento de corazón que nada se puede llevar.

Ver la vida con esos ojos requiere dar el salto en el vacío: el amor merece más la pena que el egoísmo, Dios más que las criaturas… Solo si decidimos andar por los caminos oscuros de la esperanza de que el Señor nos saldrá a nuestro encuentro cuando le necesitemos. Solo entonces vemos la vida adecuadamente, en su verdad. Renunciar a ver nosotros para que sea el Espíritu el que vea en nosotros.

Así lo vemos ejemplificado en la primera lectura. La búsqueda de bienes de aquí: el poder, el respeto y el temor de los hombres por parte de la reina Atalía. Y la seguridad en el Señor del sacerdote Yehoyadá que desafía la actuación prudente para servir al Señor y vive en la oscuridad de la fe seis años hasta que el Señor marca la ocasión propicia para devolver el trono de Judá a un descendiente de David.

Meditemos hoy la palabra del Señor con corazón humilde como el de nuestra Madre, que guardaba todas estas cosas en el corazón. 

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