La primera lectura de Amós es una denuncia muy directa de los pecados de
Israel y de sus dirigentes. Se han olvidado de los continuos favores
que les ha hecho Dios al sacarles de Egipto y defenderles de sus
enemigos. Se han olvidado de la Alianza y de la justicia social. Dios
se identifica con el pobre, el marginado, y les echa en cara estas
injusticias como si a Él se lo hicieran. Jesús dirá claramente: “lo
que hacéis a uno de estos, lo hacéis conmigo...”
Es un aviso del que se hace eco el salmo. La Palabra de Dios
nos va iluminando para que confrontemos nuestros caminos con los de Dios: “al
hombre recto le mostraré la salvación de Dios”.
En el Evangelio leemos que Jesús despierta entusiasmo, pero
también quiere templar el carácter de quien le sigue y mejorar la calidad de su
decisión. No nos extrañe pues, que al seguir a Cristo nos pasen tantas
cosas que nos desagradan o que tratan de desanimarnos. Muchas veces puede ser
voluntad del mismo Cristo que seamos probados no para que retrocedamos, sino
para que demos con mayor vigor cada paso adelante. Todo cristiano
debe saber aplicar una justa jerarquía de valores a sus ideales. Seguir
a Cristo y su Evangelio supone, a veces, renunciar a otros valores más
apetecibles y sugerentes, según el sentir del mundo.
Santa María, Madre de Dios y madre nuestra, ¡haznos fieles y leales a Jesús!