¿Has pensado alguna vez ser profeta? ¿Has rezado alguna vez ser profeta?
¿Te importaría serlo?
Tienes por delante un rato de oración para hacerte estas preguntas y
quizá responderlas. Pero antes, te aviso de que ser profeta es un privilegio y
una elección de Dios que hay que recibir; ser profeta implica hablar más de
Otro que de uno mismo; ser profeta exige decir cómo hay vivir y vivir según lo
que se dice; ser profeta suele no ser muy bien acogido por los demás porque hay
que decirles, normalmente, cuatro cosas; ser profeta es saber que casi siempre
se acaba mal con el mundo… Aunque muy bien con el cielo.
Pues eso, que leyendo sobre Elías, sobre Juan Bautista y sobre el propio Jesús, no se te quiten las ganas de ser profeta, sino todo lo contrario, que te animes a ofrecerte a serlo porque a través de un profeta, Dios habla a su pueblo, corrige a su pueblo y salva a su pueblo… Bendita misión, si viene de Dios.