«Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí
hasta que yo te avise” Mt 2,13-18
Con el nacimiento de Jesús, llegó la luz al mundo, pero las sombras
acechaban queriendo apagar esa luz. La Sagrada Familia, obediente a los planes
de Dios, se pone en camino hacia Egipto. Allí permanecerán hasta que reciban la
señal adecuada. Este evangelio nos invita a ponernos en camino, según los
planes de Dios, ser luz en nuestro día a día, dejarnos iluminar por el niño Jesús
y dejar atrás las sombras que quieran ensombrecer nuestra vida.
Desgraciadamente, la sombra del mal sigue acechando hoy, sobre todo a
los más vulnerables, los pobres, los que sufren todo tipo de violencia, los
niños no nacidos, los que padecen la guerra y los que viven en medio de
enfrentamientos. Cuántas víctimas inocentes por decisiones injustas.
En este rato de oración abrimos nuestro corazón y miramos a nuestro
alrededor pidiendo luz para buscar caminos que aminoren tanto sufrimiento y
dolor. ¿Qué puedo hacer yo, Señor, ante estas situaciones que se dan hoy en
nuestro mundo y a nuestro alrededor?
Nuestra misión es restaurar, sanar, acompañar, dar un paso al frente
ante el sufrimiento y el dolor de tantos inocentes y ponernos manos a la obra.
Con pequeñas acciones, en la misión de lo cotidiano y lo sencillo de cada día.
Abrir los ojos para ser sensibles al dolor de los demás y tener un gesto de
cercanía, de cariño, de acogida y de acompañamiento.
Contemplando a la familia de Nazaret, nos ponemos en manos de Dios en
este momento de oración y pedimos al Espíritu Santo su luz en esta Navidad.
“DAME DE TU LUZ, ESA QUE NO SE AGOTARÁ JAMÁS
Y AUNQUE ME SIENTA TAN PEQUEÑO, TÚ LO HAS SIDO MÁS…”