Angelus Domini nuntiavit
Mariae... ¡Cómo no recordar en estos días del Adviento, los más marianos del
año, al P. Morales recitando con toda unción este diálogo!
Anunciación. Nueva encarnación en el mundo verás y serás tú el lazo de
unidad entre el mundo y Dios. Ese primer lazo fue María. Ella recibió el primer
anuncio. Tengo que ser consciente de que a mí también se me da. Es de locos.
Contemplo y adoro. Entro en el hogar de Nazaret. Me hago pequeño. ¿No me
estremece la emoción?
La simplicidad de la casa de la Virgen contrasta con la solemnidad de la
anunciación a Zacarías, en el marco sagrado del Templo, en Jerusalén, la
capital. ¡Es la pequeña María!
Se perfila la modestia de la Encarnación de Dios: "Se
anonadó", dirá San Pablo.
Su nombre era María. Desposada con cierto varón de la casa de
David, llamado José.
Le miramos con admiración también a él. Ascendencia davídica. Pero es un
artesano, un carpintero. Sin embargo, a través de él se cumplirá la promesa
hecha a David.
"Alégrate, el Señor es contigo" Es el saludo que Dios le
dirige. ¡Con cuánto respeto y amor le habla! Tengo que considerar que a mí
también me dirige ese saludo. Por eso oímos en la misa: "El Señor esté
con vosotros". Tradúcelo: "conmigo".
Emmanuel... "Dios con nosotros". Tradúcelo:
"conmigo" ¿Me uno yo profundamente a este deseo? Es de locos.
¡Dios aparece y desconcierta!
Le pondrás por nombre Jesús. Es la profecía de Natán a David que se
cumple. Salvador. Mi salvador. ¿Me sé y me reconozco salvado?
"¿Cómo ha de ser esto?". María ha escogido deliberadamente
permanecer virgen. Se nos permite entrar en el pensamiento y el corazón de
María, entregada a Dios con totalidad y exclusividad. Para Dios nada es
imposible.
Inmaculada Madre de Dios a ti acudimos. A solas con tu tesoro adoras, amas, esperas. Danos tus ojos para mirarle, tus oídos para escucharle, tu corazón para amarle.