Las lecturas de hoy nos hablan de Isaías y de Juan Bautista, dos
personajes Top del adviento. Isaías nos habla del reino, por
esto el adviento es tiempo de esperanza. Juan nos dice la forma de
alcanzar ese reino, por esto el adviento es tiempo de conversión.
Isaías es, de todos los libros bíblicos, quien más y mejor nos habla de
la utopía. El mundo y la sociedad descritos en la primera lectura no existen,
pero los deseamos y por ello los esperamos. No obstante, es
necesario que incorporemos nuestras personas al esfuerzo de hacerlos
posibles.
El evangelio nos presenta la figura de Juan el Bautista, el precursor
del Señor, que invita a la conversión. Obviamente, que el Hijo de Dios asuma la
debilidad de nuestra carne es don de Dios. Nosotros no lo merecemos, pero es
imprescindible nuestra conversión para acogerlo. El Bautista nos invita a
convertirnos porque está cerca el reino.
El Bautista nos enseña el camino de la conversión con tres signos:
a) Nos exhorta a la
penitencia. Penitencia que no se refiere tanto a actos ascéticos, sino a un cambio
de mentalidad, a volverse a Dios, a convertirse.
b) Administra el bautismo. Su bautismo era solo de
agua y se realizaba por inmersión. Era un bautismo como signo de renovación
moral, anticipo del que anuncia: Él os bautizará con Espíritu Santo y
fuego.
c) Confesión de los pecados
por parte de los bautizados. Confesiones públicas y personales, sobre todo
aquellos pecados que fueron en perjuicio del prójimo. En Mc (1,5) se habla de
un bautismo en el que confesaban sus pecados.
El Bautista nos invita a convertirnos porque está cerca el reino. No dice que nos convirtamos para que llegue el reino. Hemos de convertirnos como respuesta al don del reino que Dios nos regala en Jesucristo. El reino llegará con nosotros o sin nosotros. Para que nosotros podamos participar en él, se precisa nuestra conversión.