1. ¡La voz de mi amado! Vedlo, aquí llega, saltando por los montes,
brincando por las colinas! (Cantar de los Cantares (2,8-14)
Con qué pasión -la de los enamorados- lo manifiesta el texto bíblico. Ya
está llegando, la Navidad es inminente. Quizá el primer aviso lo recibí de la
publicidad comercial invitándome a comprar de modo provisor. Pero lo que importa
es que el corazón se ponga a punto, ya que el viene, y me lleno de alegría, y
me pongo a saltar, es mi Salvador, mi Todo. Si todavía no lo has puesto:
Corazón en modo Navidad
2. Aclamad, justos, al Señor; cantadle un cántico nuevo. (Salmo 32,2-3)
Es el momento de paladear el salmo y agradecer porque sentimos que algo
grande está a punto de estallar, y nos sentimos llamados a convocar al mayor
número para que aguarden al Señor -nuestro auxilio y escudo- y también canten
un cántico nuevo.
3. En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la
montaña. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó: «¡Bendita
tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1,39)
¡Cuántas remembranzas de la campaña de la Visitación, marchas,
campamentos, olvido de sí, vencer pereza, quedarse con lo peor, no quejarse!
Nuestra vida es un Magníficat y nos sentimos impelidos a dejar nuestros
problemas, nuestras miserias, y nos levantamos a zaga de la huella de María,
nos ponemos en camino, presurosos, hacia arriba, hacia la montaña porque
sabemos que vamos con el Señor y el Espíritu Santo obrará maravillas si nos
dejamos llevar.
Un buen momento para saborear el avemaría, especialmente el corazón de la oración: ¡Bendita Tú entre las mujeres! Y ¡bendito Jesús, fruto de tu vientre!