16 diciembre 2022, viernes de la 3ª semana de Adviento. Puntos de oración

La oración es estar con Dios, creyendo y esperando. Amando y deseando, con todas las fuerzas de nuestro corazón

El Adviento es un periodo de la liturgia, tiempo fuerte, pero también un periodo bellísimo, pues es expresión de lo que es la vida. Si nuestra vida diaria fuese un Adviento, cada comunión sería una Navidad.

En el Adviento, la Iglesia nos presenta un mundo que pasa, pero también una Luz, una eternidad que se acerca, una Vida que llega, y el otoño en que estamos nos mete por los sentidos este mundo que pasa y una eternidad que se acerca.

Se acerca la Navidad y con ella un misterio de amor que bien merece contemplarse detenidamente.

En esta última semana que precede a la Navidad la Iglesia suplica con fuerza, con insistencia la oración: “¡Ven, Señor!”. Y lo hace llamando al Señor con nombres tan distintos pero cargados todos ellos de un mensaje sobre el Señor mismo: Oh sabiduría, oh Dios poderoso, oh raíz de Jesé, oh sol rey de las naciones, oh Emmanuel. 

La Iglesia -Madre y Maestra- opera así porque está en la anhelante espera de un parto. En efecto, también nuestra Iglesia, esta semana, está como María a la espera del parto. De hecho, en su corazón, la Virgen sentía lo que sienten todas las mujeres en ese momento. En su corazón balbucía seguramente al niño que llevaba en su seno: ¡Ven, quiero mirarte a la cara porque me han dicho que serás grande!

Es una experiencia espiritual que vivimos también nosotros como iglesia, porque acompañamos a la Virgen en este camino de espera. Y queremos apresurar este nacimiento del Señor. ¡Ven, Señor, no tarde tu llegada!

¡Señor, Tú valoraste en gran medida el testimonio que dio de Ti Juan Bautista, porque sus palabras y sus obras eran totalmente acordes a tu Evangelio!  Eso es lo que nos pides a cada uno de nosotros. Jesús, te pido perdón por ser a veces incoherentes con tu Palabra del Salmo 66: ¡Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben!

Que me prepare en estos días con alegría para recibir con alegría a Jesús. Esta es la gran lotería, la mayor fortuna, porque la NAVIDAD ES JESÚS.

Busquemos las fuerzas que nos faltan para todo esto en la Madre que supo estar a su lado en su nacimiento y muerte, y con Ella repitamos “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

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