Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu
Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Las lecturas que hoy nos ofrece la Iglesia nos proponen reflexionar
sobre la fe en la resurrección de Jesucristo y la humildad.
¡Cristo verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya! ¿Crees esto de verdad, o
simplemente lo tienes metido en tu cabeza y lo ves como algo que sucedió, que
te han contado y no lo vives de veras? Ojalá los puntos de oración que te
propongo te ayuden a meditar sobre cómo influye la resurrección del Señor en tu
vida.
La primera lectura nos habla de la fe a través de la predicación de los
apóstoles. Los fariseos, notando que los apóstoles eran hombres sin letras ni
instrucción, se sorprendieron de que hablasen tales palabras y de que
realizasen aquellos milagros. Dios escoge a los humildes, sencillos y limpios
de corazón. El que es limpio de corazón es capaz de transparentar a Cristo y
ser instrumento del mismo Dios. Así hacían los apóstoles, actuaban como
instrumentos de Dios, dejando que, a través de ellos, Cristo mismo prolongase
su obra. Entonces, ¿cómo puedo hacer yo la misión que Dios me pide y prolongar,
como los apóstoles, la obra del Señor? La respuesta es: teniendo fe en que
Cristo ha resucitado y que me ha elegido por medio de mi bautismo. Si crees
esto verdaderamente, Dios hará el resto. Esto mismo nos lo recuerda el Salmo:
“el Señor es mi fuerza y mi energía”; por lo tanto, no estamos solos, Dios
mismo nos acompaña en esta tarea.
Somos débiles, y nos puede ocurrir como a los apóstoles (nos lo relata
el Evangelio de hoy). Ellos no creyeron, ni a María Magdalena ni a los
discípulos de Emaús; el mismo Jesús tuvo que echárselo en cara. Sin embargo,
ellos ablandaron el corazón y creyeron, y fueron capaces de dejar que Jesús
hiciese obras increíbles a través de ellos.
Pidamos a nuestra Madre, la Virgen María, que nos ayude a confiar en
Jesús y a dejar que Él mismo pueda actuar en nosotros.
¡Feliz Pascua de Resurrección!