1. Los Apóstoles, por su
parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de
padecer por el nombre de Jesús (Act 5.34)
En esta cincuentena pascual me gusta repetir la
bella y tierna oración compuesta por el P. Morales: “Inmaculada
Madre de Dios, alcanza a tu Iglesia el gozo de la Pascua: Fe creciente,
esperanza cierta, alegría desbordante, paz imperturbable, amor ardiente”.
Me
encanta como composición de lugar ver a la familia de los apóstoles, gozosos,
con la parresía (audacia y fortaleza) de compartir su fe en Jesús, por
considerarse dignos de “padecer” por Jesús. Lo importante es evangelizar, dar
testimonio de Jesús, estar dispuestos a ser mártires, si es preciso, con tal de
que todos reciban la salvación con Jesús.
2. El Señor es mi luz y mi
salvación (Salmo 27)
Cuando llega la luz, la paz, la salvación, los
problemas se solucionan, se abren los horizontes, todo cobra sentido, lo
imposible se hace posible, el Cielo se adelanta.
3. "Aquí hay un niño
que tiene cinco panes de cebada y dos pescados” "Recojan los pedazos que
sobran, para que no se pierda nada" (Jn 6)
Qué escena tan entrañable, con parajes tan
sugerentes, el mar, la montaña, y todos en pos de Jesús. Y, como siempre, Jesús
pendiente de las necesidades físicas (cansancio, hambre, dolor) y espirituales
(sed de eternidad). Su oración al Padre va acompañada de la petición de
colaboración a Felipe, al niño de los cinco panes y dos peces, al grupo que le
ayuda en la distribución… Y se produce el milagro, EL PAN SE MULTIPLICA. Pero a
Jesús no le basta el acontecimiento, la coyuntura, va siempre a lo que no
termina, a lo eterno, y para ello pide que se recojan los pedazos, las migajas,
para que nada se pierda, porque desde que Cristo toca aun lo más
insignificante, cobra valor de plenitud.
Gracias, Señor. Toma y recibe los cinco panes y dos
peces de mi libertad, mi querer, mi nada, mi pecado, dame tu gracia, tu
misericordia.
Santa María de la Pascua, paz, gozo, amor.