Os propongo una meditación de Christine Ponsard, madre de familia y
periodista, qué escribía todas las semanas una meditación para las familias en
un semanario católico francés. Murió de cáncer a los 48 años. Son ideas que nos
suenan muy cercanas, dejemos que nos lleguen al corazón.
“No se puede comprender en qué consiste la santidad sin mirar al
único santo canonizado por Jesús en persona: el Buen Ladrón. No sabemos
casi nada de él, solamente lo que relata san Lucas sobre el conmovedor diálogo
entre Jesús y los bandidos crucificados a su lado (Lc 23,39-43).
Como ignoramos los crímenes de los que es culpable, e incluso su nombre,
el Buen Ladrón es en cierto modo el representante de todos los bandidos, los
fuera de la ley, los “desdichados” de cualquier calaña. En el fondo, nos
representa a todos. Incluso si no hemos cometido ningún crimen abominable, como
es probable, seguimos siendo pecadores, todos, en mayor o menor medida. Sin
embargo, en este Viernes Santo, es ese malhechor quien nos ayuda a comprender
en qué consiste la santidad…
Desde lo hondo de su miseria, el Buen Ladrón llora a Jesús.
Totalmente desesperado por todo lo que es humano o terrestre, deposita su
única esperanza en la cruz de Jesús, a falta de cualquier otra cosa. Esto
es lo que se nos pide: poner nuestra esperanza en la única cruz de Jesús. Que
no contemos con nuestras riquezas, materiales y espirituales, ni con nuestras
buenas acciones o virtudes o éxitos; no, solamente Jesús. Jesús crucificado.
El Buen Ladrón nos enseña a mirar a Jesús en la Cruz. No nos gusta
eso. ¡Preferiríamos saltar el Viernes Santo para llegar directamente a la
Pascua! Y, sin embargo, porque no hay otra fuente de santidad que
Jesucristo crucificado, no hay otro camino de santidad que el camino de la Cruz,
ese caminito del Buen Ladrón pegado a la Cruz como Jesús.
Y quienes se desvían del camino de la Cruz, se desvían de la santidad
cerrándose a su única fuente: Jesús crucificado. Mirando a Jesús morir a
causa de nuestros pecados, comenzamos a comprender cuán pecadores somos y,
por tanto, cuánto necesitamos de misericordia. Comprendemos al mismo tiempo que
esta misericordia nos es dada, que Jesús nos salva y nos abre las puertas de su
Reino.
Lo peor no es ser pecador, sino negarnos a ver nuestros pecados.
Sea cual sea la gravedad de nuestro pecado, la santidad está hecha para
nosotros. Jesús nos pide solamente seguir el camino del Buen Ladrón. El
Buen Ladrón tuvo el valor de admitir sus faltas con humildad y, al mismo
tiempo, la confianza loca de reclamar misericordia. No es el pecado lo
dramático, sino el dudar de la misericordia, como si Jesús no hubiera muerto
por todos los pecadores, incluso los peores.
Lo peor no es ser pecador, sino negarnos a ver nuestros pecados, a
nombrarlos como tales, por orgullo. Lo peor es creerse justo, porque un justo
no tiene necesidad de misericordia, no necesita que Jesús muera por él, no
necesita ser salvado. Podemos ser buenos en todos los aspectos, piadosos y
hacer cosas hermosas, pero mientras que nos creamos justos, no podremos
ser santos.”
Miremos a Jesús, miremos a la Cruz. Él ha muerto por mí.