Antes de iniciar nuestro rato, es conveniente pararse a pensar qué estoy
haciendo y sentir la presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros. Si estás
delante de un sagrario, mira al Señor y dile: ¡aquí me tienes Señor! ¡Ayúdame a
estar este rato contigo!
Hoy te animo a sentir cerca de ti el Corazón misericordioso y cercano del
Señor.
“Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de
Ti”, repetimos en el salmo responsorial, y se nos anima a poner nuestros ojos
en el Misericordioso. Dios nos ha creado y no nos ha abandonado: se ha
compadecido del género humano. Tienes que sentir esta compasión del Señor por
ti.
El texto del Evangelio de hoy es un resumen de lo que es siempre nuestra
vida. Vamos navegando en una frágil barca, las tormentas y el viento nos
zarandean y parece que nos vamos a hundir sin remedio. La Iglesia es hoy una
frágil barca que navega en medio de tempestades y desastres, uno tras otro: la
familia se desintegra, los jóvenes parecen que se alejan más de Dios, no hay
vocaciones. Todo parece que se viene abajo.
En medio de la tormenta, cuando menos te lo esperas, aparece Jesús
andando sobre las aguas. Él se preocupa por sus discípulos y sabe que lo están
pasando mal. “Soy yo, no temáis”. Y la confianza vuelve a resurgir.
Tu vida también está formada por muchas tormentas que te amenazan por
todos los lados. Piensa que Jesús está cerca de ti, diciéndote: “Soy yo, no
temas”. Pon siempre tu confianza en Jesús. Tu fe se pone a prueba, pero el
Señor siempre va a estar a tu lado.
Para terminar, mete siempre a la Virgen en este juego de confianza mutua entre Jesús y tú. Ella sabe conseguir de Jesús todo lo que quiere y lo que necesitas.