30/03/2013, Sábado Santo


Stabat Mater
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.

Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

29/3/2013, Viernes Santo

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Lectura de la profecía de Isaías (52,13-53,12)

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio?, ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomo el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Salmo Responsorial (Sal 30)
R. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás.
R.

Soy la burla de todos mis enemigos, la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos; me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como a un cachorro inútil.
R.

Pero yo confío en ti, Señor, te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen.
R.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.
R.

Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9)

Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado con todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Pasión de Nuestro Señor según san Juan (18,1-19,42)

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo: +. "¿A quién buscáis?" C. Le contestaron: S. "A Jesús, el Nazareno." C. Les dijo Jesús: +. "Yo soy." C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: "Yo soy", retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez: +. "¿A quién buscáis?" C. Ellos dijeron: S. "A Jesús, el Nazareno." C. Jesús contestó: +. "Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos." C. Y así se cumplió lo que había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me diste." Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro: +. "Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?" C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: "Conviene que muera un solo hombre por el pueblo." Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro: S. "¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?" C. Él dijo: S. "No lo soy." C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contesto: +. "Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo." C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo: S. "¿Así contestas al sumo sacerdote?" C. Jesús respondió: +. "Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?" C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron: S. "¿No eres tú también de sus discípulos?" C. Él lo negó, diciendo: S. "No lo soy." C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo: S. "¿No te he visto yo con él en el huerto?" C. Pedro volvió a negar, y enseguida canto un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo: S. "¿Qué acusación presentáis contra este hombre?" C. Le contestaron: S. "Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos." C. Pilato les dijo: S. "Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley." C. Los judíos le dijeron: S. "No estamos autorizados para dar muerte a nadie." C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S. "¿Eres tú el rey de los judíos?" C. Jesús le contestó: +. "¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?" C. Pilato replicó: S. "¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mi; ¿que has hecho?" C. Jesús le contestó: +. "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí." C. Pilato le dijo: S. "Conque, ¿tú eres rey?" C. Jesús le contestó: +. "Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz." C. Pilato le dijo: S. "Y, ¿qué es la verdad?" C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo: S. "Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?" C. Volvieron a gritar: S. "A ése no, a Barrabás." C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían: S. "¡Salve, rey de los judíos!" C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo: S. "Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa." C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo: S. "Aquí lo tenéis." C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: S. "¡Crucifícalo, crucifícalo!" C. Pilato les dijo: S. "Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él." C. Los judíos le contestaron: S. "Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios." C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: S. "¿De donde eres tú?" C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo: S. "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?" C. Jesús le contestó: +. "No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor." C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban: S. "Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César." C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman "el Enlosado" (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos: S. "Aquí tenéis a vuestro rey." C. Ellos gritaron: S. "¡Fuera, fuera; crucifícalo!" C. Pilato les dijo: S. "¿A vuestro rey voy a crucificar?" C. Contestaron los sumos sacerdotes: S. "No tenemos más rey que al César." C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado "de la Calavera" (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: "Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos." Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: S. "No escribas: "El rey de los judíos", sino: "Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos." C. Pilato les contestó: S. "Lo escrito, escrito está." C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Y se dijeron: S. "No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca." C. Así se cumplió la Escritura: "Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica". Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: +. "Mujer, ahí tienes a tu hijo." C. Luego, dijo al discípulo: +. "Ahí tienes a tu madre." C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo: +. "Tengo sed." C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: +. "Está cumplido." C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. (Todos se arrodillan, y se hace una pausa) C. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: "No le quebrarán un hueso"; y en otro lugar la Escritura dice: "Mirarán al que atravesaron." Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

29 marzo 2013. Viernes Santo – Puntos de oración

La composición de lugar es colocarnos junto a la Cruz de Jesús. Contemplando este momento de entrega, entramos en sintonía con el amor que mueve a Jesús. La oración es identificarnos con Él. “Dolor con Cristo doloroso”

Los cristianos estamos de duelo por la muerte de Cristo y acudimos a las iglesias para recordar la acción sagrada del Hijo de Dios que un día como hoy murió en la cruz por salvar a los hombres.

El Viernes Santo es un día de duelo, el mayor de todos. Cristo muere. El dominio de la muerte, consecuencia del pecado, sobre todas nuestras vidas humanas alcanza incluso Hijo de Dios hecho hombre.

Pero, como todo sabemos, esta muerte que Jesús ha compartido con nosotros, responde a los designios de Dios sobre la salvación del mundo y es aceptada por el Hijo para nuestra redención.

Desde entonces la cruz de Cristo es la gloria de los cristianos. "Para nosotros toda nuestra gloria está en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" y, hoy, lo repite la Iglesia y presenta la misma cruz para nuestra adoración: "He aquí el madero de la cruz, del cual pendió la salvación del mundo". Por ello, el Viernes Santo es al mismo tiempo que un día de luto, el día que ha devuelto la esperanza a los hombres; él nos lleva a la alegría de la Resurrección.

En este día, el recuerdo solemne de la Pasión, las grandes oraciones en que la Iglesia ora confiada por la salvación de todos los hombres, la adoración de la cruz y el canto de los improperios son algo más que ritos emocionantes; es la oración y el hacinamiento de gracias de los rescatados que, en comunidad, adquieren conciencia ante Dios de todo lo que el misterio de la cruz representa para ellos.

Volvemos a vivir con Jesús su Pasión: la aprehensión, interrogatorios, flagelación, coronación de espinas y la crucifixión. “Triste está mi alma hasta la muerte”.

En aquel entonces, la crucifixión era la ejecución más cruel y degradante que se conocía. Un ciudadano romano no podía ser crucificado. La muerte sobrevenía después de una larga agonía.

Jesús en la cruz, con un sufrimiento físico y moral muy grande, fue capaz de perdonar a los que lo ofendieron.

Las “siete palabras" de Jesús son el testamento que nos deja al morir y emprender su partida al Padre:  
  • Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
  • En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.
  • Mujer ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre.
  • Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
  • ¡Tengo sed!
  • Todo está cumplido.
  • Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

 Desde la cruz, Jesús nos termina de dar su mensaje de amor y salvación dejándonos a su Madre y enseñándonos a perseverar hasta el final. El sacrificio de la cruz se vuelve a vivir en cada Eucaristía, por medio de ella, Jesús sigue vivo y permanece con nosotros.

El Viernes Santo lo conmemoramos con el Vía Crucis y con la ceremonia de la Celebración de la Pasión del Señor en la que se hace la adoración de la cruz.

Permanezcamos con María, al pie de la cruz, porque ahí es donde se recibe el rocío de la divina gracia.

28/3/2013, Jueves Santo

Lectura del libro del Éxodo (12, 1-8. 11-14)

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: -«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones." »

Salmo responsorial (Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18)
R. El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava; rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: -«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.» Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: -«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.» Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Lectura del santo evangelio según san Juan (13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que habla llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre habla puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: -«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: -«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. » Pedro le dijo: -«No me lavaras los pies jamás.» Jesús le contestó: -«Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.» Simón Pedro le dijo: -«Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: -«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.» Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios.» Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: -«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.»

28 marzo 2013. Jueves Santo – Puntos de oración

En este día estaremos tan atareados con la preparación de las actividades  religiosas de estos días de Semana Santa, la más santa de todas las semanas del año y por tanto en la que nos tenemos que aplicar a serlo de manera especial, que apenas nos dará tiempo a conectarnos para leer los puntos. Además solo  poner en nuestra mente y en nuestro corazón esto: “Hoy es Jueves Santo nos vienen montones de ideas y gracias recibidas otras veces que el alma por poco que  haga presente, se pone en la presencia de  Dios y le dice: ¡Gracias, Señor, por tu amor! Día del Amor  Fraterno, día de la Caridad, el amor que nos tienes, Señor. ¿Cómo no volverse loco agradeciendo tanto como has hecho por nosotros?

En el libro que acaba de publicar Javier del Hoyo “Etimologicón” en el capítulo por capítulo trata de explicar la raíz etimológica de cada palabra y su explicación, también tiene una referencia al Jueves Santo en el capítulo 29 “Un Monumento a la Memoria” y dice en la página 173: “El sentido funerario, se mantiene en la Semana Santa cuando el Jueves Santo se monta en las iglesias el “monumento” que recuérdala tumba de  Jesucristo. “El primer día de la semana, María Magdalena fue al monumento…” (Jn 20,1).

Allí se va a quedar oculto bajo las especies del pan hasta el día siguiente para que podamos velarle en oración. “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su hijo para que perezcan ninguno de los que crean en EL”

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis  como yo os he amado” (Jn 13,34) Y el amor que nos ha tenido, tiene y tendrá siempre es  con el que nos encontramos  en la  Eucaristía, por eso es el día del Amor Fraterno, es el día que conmemoramos la institución de la Eucaristía y la Iglesia nos pone textos que lo recuerdan, sobre todo el 1Co 11,23-26 y Jn 13,1-15. Uno de los dos  es suficiente para la oración:

En el primero, puedes imaginarte a Pablo contando ese momento que  es el centro de la vida cristiana y que  es el que nos reúne siempre para hacer  Iglesia, que es  santidad y salvación. San  Pablo nos recuerda que ha recibido una tradición que procede del Señor que la noche que iba a ser entregado, tomó pan y… lo mismo con el cáliz y nos dejó su cuerpo y su sangre ¿Hay algo más que nos podía dar? Y para que no  lo dejemos de hacer: “Hacedlo en memoria mía”. Pienso que esta tradición le vino probablemente por la Virgen que se lo recordó de tal manera que no pudo olvidar y cada vez que se reunía con los primeros cristianos este era el acto fundamental. Por eso qué valor tan inmenso el de la Misa. ¡Qué Misterio más grande que no podemos abarcar! Dios se entrega por nosotros como lo hizo en la Cruz. Por eso acaba el apóstol:”Cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva”

En el segundo, es el lavatorio de los pies que ya conocemos, Juan  lo pone a continuación de la cena otra forma de darnos entender su entrega total. Y a pesar de la resistencia de  Pedro, les lava los pies para enseñarles que así lo deben hacer unos a otros Para quedarnos anonadaos contemplando esta escena y como dice San Ignacio, reflectir sobre mí para sacar algún provecho: ¿qué, hace por mí, por cada uno? ¿Qué ha hecho y qué no hará? ¿Cómo voy  responder a tanto amor derrochado por mí?

Santa María, que le conozca, que le ame, que le siga, porque HOY, la víspera de padecer se va a realizar lo mismo: “Tomando pan en sus santas y venerables manos y elevando los ojos al cielo,…

27/3/2013, Miércoles Santo

Lectura del libro de Isaías (50,4-9a)

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Salmo responsorial (Sal 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34)
R. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor.

Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay; consoladores,
y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre. R.

Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (26, 14-25)

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso: -«¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: -«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?» Él contestó: -«Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos."» Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo: -«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro: -«¿Soy yo acaso, Señor?» Él respondió: -«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; más le valdría no haber nacido.» Entonces preguntó judas, el que lo iba a entregar: -«¿Soy yo acaso, Maestro?» Él respondió: -«Tú lo has dicho.»

27 marzo 2013. Miércoles santo – Puntos de oración

Hoy, el Evangelio nos propone —por lo menos— tres consideraciones. La primera es que, cuando el amor hacia el Señor se entibia, entonces la voluntad cede a otros reclamos, donde la voluptuosidad parece ofrecernos platos más sabrosos pero, en realidad, condimentados por degradantes e inquietantes venenos. Dada nuestra nativa fragilidad, no hay que permitir que disminuya el fuego del fervor que, si no sensible, por lo menos mentalmente nos une con Aquel que nos ha amado hasta ofrecer su vida por nosotros.

La segunda consideración se refiere a la misteriosa elección del sitio donde Jesús quiere consumir su cena pascual. «Id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: ‘El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos’» (Mt 26,18). El dueño de la casa, quizá, no fuera uno de los amigos declarados del Señor; pero debía tener el oído despierto para escuchar las llamadas “interiores”. El Señor le habría hablado en lo íntimo —como a menudo nos habla—, a través de mil incentivos para que le abriera la puerta. Su fantasía y su omnipotencia, soportes del amor infinito con el cual nos ama, no conocen fronteras y se expresan de maneras siempre aptas a cada situación personal. Cuando oigamos la llamada hemos de “rendirnos”, dejando aparte los sofismas y aceptando con alegría ese “mensajero libertador”. Es como si alguien se hubiese presentado a la puerta de la cárcel en la que estamos recluidos y nos invitase a seguirlo, como hizo el Ángel con Pedro diciéndole: «Rápido, levántate y sígueme» (Hch 12,7).

El tercer motivo de meditación nos lo ofrece el traidor, que intenta esconder su crimen ante la mirada escudriñadora del Omnisciente. Lo había intentado ya el mismo Adán y, después, su hijo fratricida Caín, pero inútilmente. Antes de ser nuestro exactísimo Juez, Dios se nos presenta como padre y madre, que no se rinde ante la idea de perder a un hijo. A Jesús le duele el corazón no tanto por haber sido traicionado cuanto por ver a un hijo alejarse irremediablemente de Él.

Detengamos nuestra reflexión en Judas. ¿No es cierto que en lo más íntimo de cada uno de nosotros anida también un poco de ese Judas traidor? Es sin duda la herencia del pecado original, pero también herencia alimentada por muchas e incontables infidelidades personales. Así lo expresa el poeta:

Llevo en mi ser dos sangres.
Dos semillas: el odio y el amor.
Tengo un poco de Cristo,
y otro poco de Judas el traidor.
Me bullen en las venas; y me laten
en los pulsos los dos.
Igual que si los dos vivieran prisioneros
con una sola esposa –muñeca con muñeca-,
en mi celda interior.
Los dos caminan por mis pensamientos.
Los dos resuenan juntos en mi voz.
A veces se confunden, fundiéndose, sus presencias.
¿Es odio o es amor?
¡Qué deseos de quedarme
con mi poco de Cristo,
matando al otro poco
de Judas el traidor!
Pero Judas se esconde y se oculta.
Sé que está en mí y no puedo acorralarlo.
Judas es como un coágulo letal que, solapado,
camina por mi sangre
por mis venas y sin control.
Mas, Señor, ¡no dejes que ese coágulo
llegue a mi corazón!

26/3/2013, Martes Santo

Lectura del libro de Isaías (49, 1-6)

Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios. Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel - tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza -: «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra.»

Salmo responsorial (Sal 70. 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15 y 17)
R. Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R.

Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú. Dios mío, líbrame de la mano perversa. R.

Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. R.

Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (13, 21-33. 36-38)

En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo: -«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.» Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía. Uno de ellos, el que Jesús tanto amaba, estaba reclinado a la mesa junto a su pecho. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: -«Señor, ¿quién es?» Le contestó Jesús: -«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado.» Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: -«Lo que tienes que hacer hazlo en seguida.» Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche. Cuando salió, dijo Jesús: -«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: "Donde yo voy, vosotros no podéis ir"» Simón Pedro le dijo: -«Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: -«Adonde yo voy no me puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde.» Pedro replicó: -«Señor, ¿por qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti.» Jesús le contestó: -«¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»

26 marzo 2013. Martes Santo – Puntos de oración

Jn 13, 21-33.36

            Al iniciar la oración es necesario comenzarla con una cierta preparación externa, como es qué es lo que voy hacer, que el Señor me está esperando, etc., que nos llevará al conocimiento del Señor, siendo consciente de qué voy hacer y ante quién lo voy hacer.

            El pasaje evangélico de hoy, con el anuncio de la traición de Judas y de la futura negación de Pedro, se sitúa en el antecedente de la celebración de la cena pascual. Jesús está reunido con sus discípulos. Acabado el lavatorio de los pies, pasa a anunciarles la traición de uno de ellos. El discípulo amado, Juan, por indicación de Pedro, pregunta al maestro quién es. “Aquel a quien yo dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan entró en él Satanás”.

            Aquel ofrecimiento del pan hecho por Jesús a Judas es como una invitación a rectificar sus planes homicidas y poder rehacer una amistad rota por la ambición y el resentimiento. Judas rechazó definitivamente el amor de Jesús. Entonces, Cristo le dijo: “Lo que has de hacer, hazlo enseguida”. Cuando salió Judas de la sala era de noche, anota el evangelista con intención simbólica.

            El traidor es un ejemplo de las tinieblas sobre las que ha brillado la luz en vano. Judas es el que ama las tinieblas más que la luz, porque sus obras eran malas. La larga noche que entonces se abatió sobre la tierra tendrá su aurora en el primer día de la semana, en la mañana de la resurrección. La muerte de Cristo encierra ya su gloriosa resurrección. La teología de la cruz y de la gloria van unidas.

            Los apóstoles no entendieron, como nos ocurre a nosotros hoy, las palabras de Jesús sobre su muerte y resurrección, pero algo sobrecogedor sospechan cuando Pedro le pregunta: Señor, ¿a dónde vas? Dos hombres que fallan: Judas y Pedro. Pero su pecado tiene origen distinto: en uno es la avaricia que odia, en el otro la debilidad que ama. Y su final es muy distinto: Judas desespera y Pedro se arrepiente. El que ama conoce a Jesús mejor que el que odia. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ésa es la misión de Jesús y de sus seguidores: amor que da vida a los demás.

            Al final de nuestra oración suplicar a la Madre que nos ponga junto a su Hijo para así poderle acompañar en esta Semana Santa en la subida al calvario y poder resucitar con él en la mañana de Pascua y poder anunciarlo a todos nuestros hermanos de que a pesar de tanta crisis hay esperanza, pues Cristo resucitará.

25/3/2013, Lunes Santo

Lectura del libro de Isaías (42, 1-7)

Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.» Así dice el Señor Dios, que creó y desplegó los cielos, consolidó la tierra con su vegetación, dio el respiro al pueblo que la habita y el aliento a los que se mueven en ella: «Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»

Salmo responsorial (Sal 26, 1. 2. 3. 13-14)
R. El Señor es mi luz y mi salvación

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mí vida,
¿quién me hará temblar? R.

Cuando me asaltan los malvados para devorar mi carne, ellos,
enemigos y adversarios, tropiezan y caen. R.

Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra, me siento tranquilo. R.

Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. R.

Lectura del santo evangelio según san Juan (12,1-11)

Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?.» Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando. Jesús dijo: -«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.» Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.

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