8 marzo 2013. Viernes de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

El evangelio de hoy nos trae la pregunta sobre lo más importante en el Reino de Dios. En la oración nosotros, como el escriba, nos acercamos a Jesús, le preguntamos, y nos disponemos a escuchar su respuesta, que animará el diálogo posterior. Pidamos luz al Espíritu Santo para que abra nuestros oídos y nuestros corazones a la Palabra. Vamos a utilizar como puntos de oración algunos detalles del evangelio.

1.Maestro…” Es curioso que el escriba no utilice ningún nombre para dirigirse a Jesús, sino que le lanza la pregunta a bocajarro. Más adelante, en su réplica, llamará a Jesús “Maestro”. ¿Y nosotros, cómo nos dirigimos al Señor? ¿Con qué nombre iniciamos el diálogo con Él? Y ya de paso, ¿he comprobado con qué nombre me llama Jesús en la oración?

2. “¿Qué mandamiento es el primero?” Los judíos de la época de Jesús tenían que cumplir más de 600 prescripciones, y se supone que no todas podían tener la misma importancia. También nuestra vida puede aparecer fragmentada en muchas actividades, preocupaciones… y el hecho de tener que dedicar energías a cada una de ellas nos puede alejar de lo más importante. La pregunta del escriba y la respuesta de Jesús se centran en lo principal. ¿A qué doy más importancia en mi vida? ¿Qué considero más importante: multiplicar actos, cumplir normas o consignas (a veces por mero “cumplimiento”), o amar a Dios en cada acción y en cada momento?

3. “Escucha, Israel”. Jesús responde al escriba con el conocido Shemá (escucha), la oración con la que los judíos comenzaban su jornada, y que consta de dos elementos: la profesión de fe: “el Señor nuestro Dios es el único Señor”, y el mandamiento principal: “amarás al Señor tu Dios…” Todavía hoy los judíos escriben el Shemá en unos pequeños rollos que colocan en cajitas alargadas –los mezuzah- en las jambas de las puertas de sus casas, y de sus ciudades, de modo que lo primero que vean al entrar o al salir sea esta invitación a orar.

4. “Con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. ¿Cómo ha de ser el amor a Dios? Nos lo dice Jesús: ha de ser sin reservas, con toda la persona, sin guardarse nada para uno mismo. Así lo vivió Él. Podemos contemplar a Jesús en la Cruz dirigiéndonos estas palabras. Ahí cobran su pleno sentido. Jesús nos ama allí con todo su corazón, -que vemos perforado por la lanza-, con toda su mente –su cabeza está coronada de espinas-, con todas sus fuerzas –tiene las manos y los pies clavados-, con todo su ser –sin reservarse ninguna brizna de vida-.

5. “El segundo es este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. Jesús une el amor a Dios y el amor al prójimo. Ambos amores son inseparables: se trata del mismo amor. Como escribió san Juan: “si no amáis al prójimo que veis, ¿cómo amaréis a Dios que no veis?

6 “Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Jesús, viéndote así en la Cruz, yo tampoco me atrevo a hacerte más preguntas. Solo quiero contemplarte en silencio, que se me grabe tu imagen en la Cruz para que yo también te ame con todo mi corazón, con toda mi mente, con todas mis fuerzas…, y ame así a mi prójimo como a mí mismo. No me asustaré ya de las pequeñas cruces de cada día, y no me parecerán tan costosos los sufrimientos a los que me lleva el amor a los demás.

Oración final: Santa María Dolorosa, Tú que estuviste al pie de la Cruz, Tú que amaste a tu hijo divino de una manera única con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser, y tú que escuchaste en el “ahí tienes a tu hijo” cómo dirigía tu amor hacia nosotros, enséñanos a amarle como tú, y a poner nuestro amor también en nuestros hermanos.

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