Una prueba de que el Espíritu Santo es el verdadero autor del Evangelio, es el hecho de que, a pesar de los siglos transcurridos desde su redacción, sigue siendo actual, incluso en unos tiempos tan convulsos y particulares como los que nos tocan vivir en estos días.
Recién nombrado Papa Francisco I, la palabra del Evangelio de San Juan nos sale al encuentro. En efecto, en estos días hemos sido bombardeados por una sucesión de noticias, rumores y chismes sobre los posibles candidatos al Papado. Los periodistas se han esforzado en bucear en las biografías de los más señalados, haciendo cábalas sobre quién sería el elegido. Y la providencia nos sorprende con la figura de Francisco I, un humilde cardenal argentino, que lo primero que hace es pedir oraciones por su antecesor el Papa emérito Benedicto XVI.
Y es aquí cuando la Palabra del Evangelio de hoy nos interpela, cuando escuchamos a Jesús gritar, y gritar precisamente, en el templo (es decir, en su Iglesia): «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y él me ha enviado.»
Meditando este pasaje es cuando caemos en la cuenta que el nuevo Papa ha sido “enviado por el que es veraz” no elegido por maquinaciones humanas. Que en realidad no conocemos de dónde viene porque no viene por su cuenta, sino enviado por Otro al que no conocemos ni nunca podremos abarcar. Que viene como pontífice es decir, puente, entre Dios y los hombres.
Así es con Francisco I, como también lo fue con Benedicto XVI. Aquel Papa que hace tan solo ocho años era recibido por muchos con sospecha y desconfianza. Que como el justo del libro de la Sabiduría era acechado en sus discursos y apariciones públicas por los impíos, porque resultaba incómodo y era un reproche para sus ideas. Y el tiempo les demostró lo equivocados que estaban en su razonamiento, porque también él era enviado por Aquel que es veraz. Y así, “aunque el justo sufra muchos males, de todos lo librará el Señor
Y esta es la esperanza con la que afrontamos esta nueva etapa en la historia de la Iglesia, en nuestra propia historia de creyentes. Porque creemos en el que es veraz, que nos dijo que El estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella, la Iglesia.