“Purifica y protege a tu iglesia con
misericordia continua”
Estas palabras, de la oración colecta de
hoy, dan el tono a nuestra oración. Nos situamos, al comienzo de esta nueva
semana de cuaresma, ante la misericordia y el amor de Dios. Quizás mejor, ante
la misericordia amorosa de Dios, su amor misericordioso que nos purifica y protege.
Nos preguntamos si ya en esta cuaresma
me he acercado al perdón de Dios, y también si además de recibirlo, lo he dado
a los demás, y me he convertido yo en transmisor para los otros de esta
misericordia de Dios.
Seguimos rezando insistentemente por la
Iglesia en este momento tan importante que estamos viviendo que nos pide estar
a tono, agradecidos, sorprendidos y en oración continua.
Las lecturas de hoy nos ponen
delante situaciones en las que la misericordia de Dios se ofrece, y como
nos cuesta acogerla sin más, sabiendo que es un don que nos viene, que no
hacemos nada para conseguirla: “si el profeta te hubiera pedido algo difícil,
lo harías” le dice el siervo a Naamán. Cuantas veces Dios nos habla al corazón,
nos abre caminos, nos susurra como acercarnos a él y quizás lo rechacemos
También en el evangelio se rechaza la
misericordia de Dios y es más, la gente quiere que Jesús se aleje. Pensemos si
no está cerca de nosotros esta actitud, por qué caminos rechazamos la presencia
de Jesús en nuestra vida.
Le rechazo cuando no hago oración, le
expulso de mi tierra y no le escucho
Le rechazo cuando no soy testigo alegre
sin cobarde de su evangelio.
Le rechazo cuando no acepto su presencie
en el pobre, en el amigo inoportuno.
Le rechazo cuando me llega la
humillación y el dolor y no lo vivo con paz.
De igual manera le acepto cada vez que
vivo en la fe y desde la fe todas estas situaciones.
Recordemos lo que el Papa Benedicto
decía al comienzo de Porta Fidei: la puerta de la fe está siempre
abierta para todos. Que hoy sea un día de apertura al amor misericordioso de
Dios.