2 marzo 2013. Sábado de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

No se pude avanzar  en la vida espiritual si falta la vida de fe. El medio imprescindible es la oración. Dedicar unos minutos en silencio  junto al Señor.  Por tanto, el primer paso para ese encuentro lo tengo que dar yo, poniéndome en la presencia de Dios. Él siempre  está junto a mí y yo con frecuencia no me entero. Y quiere que hablemos los dos en diálogo íntimo. O simplemente, dejándome mirar por Él

El evangelio de hoy es maravilloso. Seguramente lo hemos leído muchas veces, pero nos cuesta entrar en ese corazón  del Padre misericordioso de hijo pródigo.

Te propongo que compares en este rato de oración y quizás durante más días  la actitud del Padre misericordioso, respecto a sus hijos, yo también soy su hijo. Y la actitud de Jesús  presente en la Eucaristía. En cualquier sagrario solitario. El catecismo nos dice que Cristo, después de muerto y resucitado, está presente en la Eucaristía  en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Por tanto, ¿cómo ha de ser mi actitud ante el Señor?

1. El Padre misericordioso es HUMILDE.  Permite que  su hijo pequeño de vaya de su casa y con todo lo que dice que le pertenece.. No le aplica la ley de la Torá como se podía haber hecho en tiempo  de Jesús en Nazaret, a un hijo rebelde. (Sacarle fuera de la ciudad y apedrearle). Dios se humilla, se ata sus manos dejándonos a los hombres en libertad.

Jesús en el sagrario  se humilla y desaparece, hasta perder la condición de hombre. Jesús se humilla hasta desaparecer en las especies de pan y vino. Desaparece en silencio.

2. El Padre misericordioso ESPERA. Se asoma a la ventana por la mañana, por la tarde y por la noche está atento a ver si llama a la puerta. No se cansa de esperar. Intuye, el retorno de su hijo.

Jesús en el sagrario, espera.  Espera a que nos acerquemos. Y si hacemos silencio y nos pegamos junto a Él, Seguramente escuchamos: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré”. La única barrera, para acercarnos está en nuestro corazón. No creemos en el amor  que el padre nos tiene.

3. El Padre misericordioso ama con AMOR ENTRAÑABLE DE MADRE.  Nos lo recuerda el profeta Isaías, 49,14-16. “Aunque la madre se olvide de su hijo pequeñito, el hijo de sus entrañas, yo no me olvidaré de ti”.

Jesús en la Eucaristía, desde el sagrario, nos sigue amando. No porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno. Las madres con frecuencia aman de tal forma que dan la vida por sus hijos. Nos los pueden olvidar aunque estén en la cárcel  por ser culpables.

4. El Padre misericordioso, ES VALIENTE EN EL AMOR. No tiene miedo a perder la dignidad con tal que el hijo retorne a casa. Está dispuesto a dar la vida como el buen Pastor, que da la vida por sus ovejas.

Jesús en la Eucaristía no le ha bastado entregar su vida en la cruz en un momento. Sigue entregando su vida  desde la Eucaristía y la ofrece como alimento. Nos ama hasta el extremo, hasta lo imposible. Quiere que le comamos todos los días, de esta manera viviremos para siempre. “El que come mi carne y bebe mi sangre no morirá para siempre”.

5. El Padre misericordioso ESTALLA DE ALEGRÍA a la vuelta del hijo perdido. Y lo hace cada vez que un hijo perdido y muerte vuelve a casa. Y su alegría están grande que prepara un banquete en el que no falta la música.

Jesús en la Eucaristía se entrega de tal forma en comida para cada persona que se acerca a comulgar que se transforma en aquello que recibe. Me convierto en otro Cristo.

Y para terminar, PEDIR A MARÍA, LA MUJER EUCARÍSTICA que  tratemos de imitar a este Padre misericordioso como lo hace Cristo en la Eucaristía, con humildad, en actitud de espera, con amor entrañable y valiente. Con alegría de celebrar un banquete.

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