Jn 13, 21-33.36
Al iniciar la oración es necesario comenzarla con una cierta preparación externa, como es qué es lo que voy hacer, que el Señor me está esperando, etc., que nos llevará al conocimiento del Señor, siendo consciente de qué voy hacer y ante quién lo voy hacer.
El pasaje evangélico de hoy, con el anuncio de la traición de Judas y de la futura negación de Pedro, se sitúa en el antecedente de la celebración de la cena pascual. Jesús está reunido con sus discípulos. Acabado el lavatorio de los pies, pasa a anunciarles la traición de uno de ellos. El discípulo amado, Juan, por indicación de Pedro, pregunta al maestro quién es. “Aquel a quien yo dé este trozo de pan untado. Y untando el pan se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan entró en él Satanás”.
Aquel ofrecimiento del pan hecho por Jesús a Judas es como una invitación a rectificar sus planes homicidas y poder rehacer una amistad rota por la ambición y el resentimiento. Judas rechazó definitivamente el amor de Jesús. Entonces, Cristo le dijo: “Lo que has de hacer, hazlo enseguida”. Cuando salió Judas de la sala era de noche, anota el evangelista con intención simbólica.
El traidor es un ejemplo de las tinieblas sobre las que ha brillado la luz en vano. Judas es el que ama las tinieblas más que la luz, porque sus obras eran malas. La larga noche que entonces se abatió sobre la tierra tendrá su aurora en el primer día de la semana, en la mañana de la resurrección. La muerte de Cristo encierra ya su gloriosa resurrección. La teología de la cruz y de la gloria van unidas.
Los apóstoles no entendieron, como nos ocurre a nosotros hoy, las palabras de Jesús sobre su muerte y resurrección, pero algo sobrecogedor sospechan cuando Pedro le pregunta: Señor, ¿a dónde vas? Dos hombres que fallan: Judas y Pedro. Pero su pecado tiene origen distinto: en uno es la avaricia que odia, en el otro la debilidad que ama. Y su final es muy distinto: Judas desespera y Pedro se arrepiente. El que ama conoce a Jesús mejor que el que odia. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ésa es la misión de Jesús y de sus seguidores: amor que da vida a los demás.
Al final de nuestra oración suplicar a la Madre que nos ponga junto a su Hijo para así poderle acompañar en esta Semana Santa en la subida al calvario y poder resucitar con él en la mañana de Pascua y poder anunciarlo a todos nuestros hermanos de que a pesar de tanta crisis hay esperanza, pues Cristo resucitará.