- Ven Espíritu Santo y dame luz para ver qué escribo en este día tan especial para la Iglesia.
- Me he acercado un rato a la capilla para pedir luz y escribir algo para este día.
- He leído el discurso de despedida de la última audiencia de Benedicto XVI: Señor ¿por qué me pides esto y que me pides? Es un peso grande en mis hombros, pero si tú lo pides, por tu palabra echaré las redes, seguro que me guiarás también con mis debilidades.
El Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su hijo por nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites. Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. En una bella oración para recitar a diario (“Te adoro, Dios mío, y te amo con todo el corazón. Te doy gracias porque me has creado, hecho cristiano…”) Sí, alegrémonos por el don de la fe; el bien más precioso que nadie nos puede arrebatar. Por ello demos gracias al Señor cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. Dios nos ama, pero espera que también nosotros le amemos. No abandono la cruz, sino que permanezco de manera nueva junto al Señor crucificado. Me recuerda a una madre que decía ‘En esta vida o te abrazas al cruz o vives amargado.’ También decía Santa Teresa “Mirad al crucificado y todo se os hará poco.”
- Yo creo que Jesús ha actuado por medio de su persona. ¡Ha dado tanto a la iglesia!
- Como nos dice el evangelio, Jesús sigue actuando en la Iglesia. Queridos amigos, Dios guía a su iglesia, la sostiene siempre, también y sobre todo en los momentos difíciles.
La oración diaria es el momento de estar a solas con el amor de nuestra vida. La espiritualidad ignaciana ha de caracterizar nuestro modo de orar; la oración preparatoria de San Ignacio ha de ser hilo conductor de nuestra vida de oración y de unión con el Señor.
Valoremos cómo cuidamos la oración, en tiempo, calidad y de modo especial en esta cuaresma
· ¿Estoy andando en una forma de vida que me lleva al descuido de la oración, a no darle la prioridad que tiene en mi vida? ¿Me duermo, me aburro porque no me dice nada?
· ¿Reservo lo mejor del día para ella? ¿Cuido la preparación mediante la lectura espiritual, el silencio, los puntos y el recogimiento?
· ¿Qué me ayuda personalmente a centrar mi oración y mi vida de unión con Dios durante el día?
· ¿Experimento que tengo necesidad de la oración, tanto para mantener mi unión con el Señor como para que no me coma el mundo?
· ¿Cómo me ayuda el hacerla junto a mis hermanos? ¿Qué hago cuando por diversas razones no la hago con todos? ¿La hago en otros momentos por mi cuenta o me resulta muy difícil?
· En tiempo de gracia te he respondido. El Señor es clemente y misericordioso.
· ¿Hago la voluntad de Dios? ¿Trato de vivir el momento presente?