12 marzo 2013. Martes de cuarta semana de Cuaresma – Puntos de oración

Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
Seguimos nuestro camino cuaresmal ya cada vez más cerca de la celebración Pascual. En la lectura del evangelio de hoy se nos presenta a Jesús que, en este caso, es él el que se acerca primeramente al necesitado. Como dice en otro pasaje, “sintió lástima”. Y le interpela: ¿quieres quedar sano? La respuesta del enfermo deja entender que no se entera con quién está hablando. Es Cristo el que le ofrece si quiere quedar sano y el enfermo le responde que no tiene a nadie que le ayude. Éste, además de paralítico, parece que era ciego. Nos puede pasar a nosotros igual en la vida, en los momentos de sufrimiento, en las pruebas que tenemos. No recurrimos a Él porque no nos percatamos de que siempre está a nuestro lado. Tanto tiempo con El y no le conocemos o, lo que es peor, no confiamos en El.
Pero Jesús vuelve a tomar la iniciativa. Seguramente, la actitud perseverante del paralítico, después de 38 años esperando a que alguien le ayudara para curarlo, encuentra sin esperarlo, la salvación, su curación. Levántate, toma tu camilla y echa a nadar. En estos 38 años de espera de este hombre necesitado se representa la gracia de la conversión en el que persevera y espera. Por eso nunca hay que desesperarse. Estaremos cansados, sin fuerzas, humillados por nuestras faltas pero no abatidos. En esta constancia de la fe encuentra el cristiano su salvación, la gratuidad de la gracia divina. Esta es la doctrina y pedagogía cuaresmal, siempre perseverantes en la oración, esperando con fe el momento de la gracia. Sólo Dios sabe cuándo hará el milagro. Pero nosotros también sabemos que si somos constantes en la fe, Cristo nos salvará.
Y la advertencia de Jesús es severa. “Has quedado sano pero no peques más, no sea que te ocurra algo peor” Dios sabe la profundidad y negrura del pecado. El conoce perfectamente al tentador y al padre del pecado. Por eso la advertencia, no peques, porque en el pecado está la perdición y el mal para el hombre.
Pidamos a la madre de la Gracia que nos libre del pecado y que se haga valerosa intercesora nuestra. Caminemos confiados en este rebaño inmenso de la Iglesia, a la espera de un nuevo pastor, confiados en que el Señor es el que guía la historia y todo es para bien.

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