Antes de la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, el viernes previo a la Semana Santa se llamaba Viernes de Dolores, y estaba dedicado a meditar los sufrimientos de la Virgen en la Pasión. En muchos lugares era el día en el que arrancaban los actos penitenciales de la Semana Santa. Y aun hoy en día sigue siendo así: hoy comienzan las primeras procesiones, en muchas de nuestras ciudades.
1. “Una espada te traspasará el alma”. Podemos acompañar en la oración a la Virgen de los Dolores en el Via Crucis. Se cumplen ahora las palabras que le dirigió Simeón en el Templo: Jesús “será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma” (Lc 2, 34-35). María está con su Hijo al pie de la Cruz, ayer en el Calvario, y hoy al pie de las cruces de cada uno de nosotros, sus nuevos hijos por el testamento del Señor: “Ahí tienes a tu hijo”. Vivamos estos días de Semana Santa en el Corazón de la Virgen. Pidámosle sus ojos, para mirar a Jesús; sus oídos, para escuchar a Jesús; su Corazón para amar a Jesús.
2. “El Señor está conmigo”. Podemos meditar además las lecturas de hoy. En las tres se cierne la amenaza de la persecución inminente por parte de los enemigos. “lo abatiremos y nos vengaremos de él” (primera lectura); “me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte” (salmo); “Agarraron piedras para apedrear a Jesús”. Y al mismo tiempo se constata la confianza en que “el Señor está conmigo” (primera lectura), “el Padre está en mí y yo en el Padre” (evangelio), y que Él es “mi fortaleza” (salmo). Además el salmista se refiere ¡diez veces! a Dios, como “mi Dios”, “Dios mío”: mi fortaleza, roca, alcázar, libertador, peña, refugio, escudo, fuerza salvadora, baluarte... Es la experiencia de fe del que sabe que su seguridad está en el Señor, de que no sufre solo. Él está conmigo. Dios está atento a mis sufrimientos.
3. “Mis amigos acechaban mi traspié”. Que sean los enemigos los que buscan nuestra caída, no reviste ninguna novedad. Lo sorprendente de la primera lectura es que el profeta confiese que son sus amigos los que acechan su traspié. La persecución de los enemigos te la esperas, y no te extrañas de que empleen cualquier estratagema para derribarte. Lo doloroso es verte sorprendido por las asechanzas de los amigos. Esta experiencia de Jeremías, la traición del amigo, se cumplió en Jesús punto por punto, y fue uno de sus sufrimientos del alma en la Pasión: “en verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar” (Jn 13, 21); “mirad: la mano del que me entrega está conmigo, en la mesa” (Lc 22, 21) “amigo, ¿a qué vienes?”; (Mt 26, 47); “Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?” (Lc 22,48). Sin embargo, Jesús perdona a los que le persiguen, amigos y enemigos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 33). ¿Y nosotros, cumplimos la petición del padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”? El Señor ha ido por delante para conseguírnoslo.
4. “Grité a mi Dios y Él escuchó mi voz”. Esta experiencia del salmista también la ha vivido Jesús. Él ha sufrido como hombre la soledad, la incomprensión de los amigos, el desprecio, el miedo, la angustia. El Evangelio nos da numerosas pruebas de ello. En Getsemaní “empezó a sentir tristeza y angustia” y dijo a los tres elegidos “mi alma está triste hasta la muerte”. “¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz”. Y en la Cruz: “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. Es el misterio del dolor sufrido hasta lo más profundo. “Se aniquiló”. No fue a la Pasión como un héroe impasible. Pero en la crudeza del sufrimiento, Jesús se abandonó en los brazos del Padre: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.
5. “Tú, siendo un hombre, te haces Dios”. Por último, podemos fijarnos en esta acusación que le lanzan a Jesús los judíos. Podemos ver en ella el escándalo de la Encarnación. Para su mentalidad, Dios es un ser lejano, inaccesible. Muchos contemporáneos –incluso que se llaman cristianos- siguen escandalizados por Cristo, y no admiten su doble naturaleza humana y divina en la unidad de su Persona. ¿Y nosotros, tenemos resabios de este arrianismo redivivo?
Oración final. Santa María Dolorosa: contigo, al pie de la Cruz, junto a Jesús que sufre y muere por mí. Alcánzanos la confianza audaz en el Señor, y no permitas que nos escandalicemos de Él.