23 marzo 2013. Sábado de la quinta semana de Cuaresma – Puntos de oración

* PRIMERA LECTURA: “Esto dice el Señor: Voy a recoger y congregar a los israelitas. Los haré un solo pueblo. Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios”.

El exilio, la dispersión y la desunión de Israel fue el fruto amargo de su traición a la Alianza pactada con Dios. Pero el Señor permanece fiel y quiere recuperar al amor y la unidad de su Pueblo. Ezequiel es su portavoz dolorido y cualificado. Les recuerda que el pecado, la traición, el desamor dispersa y divide. Ezequiel les proclama que la fidelidad de Dios y a Dios unifica, conforta, libera, pacifica y alegra.

Ese deseo y vaticinio de Ezequiel se realiza plenamente en Jesucristo: Su fiel amor al Padre, hasta la muerte, “conseguirá reunir, unificar a los hijos dispersos”. El texto del profeta Ezequiel promete restauración y perdón. Más aún: promete hacerlo todo nuevo, borrar el pecado y colmar el corazón de la certeza de que Dios está cerca. Quien ha gustado alguna vez la paz de esta certeza, sabe por experiencia que no hay nada que pueda comparársele. Y lo más llamativo de este texto de Ezequiel, es la gratuidad del Don. La bondad será el fruto maduro de la presencia de Dios en el corazón del hombre y de la bondad nacerá una profunda alegría.

* SALMO: El canto de Jeremías 31,10-13 es un anuncio de libertad y de unidad para el pueblo de Dios disgregado en Babilonia: Dios dará la libertad a Israel. Si antes del cautiverio el pueblo de Dios conoció la división en dos reinos, ahora, el que dispersó a Israel lo reunirá. Fue el pecado y la infidelidad lo que dividió al pueblo de Israel, lo que disgregó ya en los días de Babel a la humanidad entera.

Pero Dios reunirá  definitivamente a su pueblo. Así lo ha prometido por los profetas y con ese fin envió a su Hijo Unigénito: «Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en las islas remotas; El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño. Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte. Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión, afluirán hacia los bienes del Señor».

* EVANGELIO: “Conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera. Jesús morirá no sólo por Israel, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos”.

Jesús ha resucitado a su amigo Lázaro. Este signo del poder de su amor provocó dos reacciones opuestas: La conjura de los sacerdotes y fariseos contra Él, y la de muchos judíos sencillos que creyeron en Él.

Es evidente que Jesús siempre está a favor de la vida. El Señor quiere que todos vivan y lo hagan con dignidad. Así rompe el cerco reducido de Israel y amplía sin límites el horizonte del verdadero amor.  Esta decisión de amor a todos la ha proclamado en su predicación y la ratificará con su muerte en la Cruz y su Resurrección en la mañana de Pascua.

Nuestra tarea, como cristianos, es dejarnos amar así por el Señor e intentar amar así a todos. Este es el amor que une y salva.

ORACIÓN  FINAL:

Oh Dios, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a santa María Virgen, Madre suya, concédenos, por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todas las familias de los pueblos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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