En el
marco de ésta cuaresma de 2013 preparamos nuestra oración; invocando al
Espíritu Santo; a Santa María. Hacemos silencio para dejar sitio en el corazón;
“el Espíritu ora dentro de vosotros, Abba, Padre.” Dejémonos conducir donde
Ellos quieran llevarnos.
1ª
Lectura
El relato de la
acusación de Susana por los ancianos es estremecedor.
La maldad,
vehiculada por las pasiones consentidas,” la hermosura te ha descarriado y
el deseo ha pervertido tu corazón! no sólo hace daño a la persona que lo
comete sino que no le importa destrozar al inocente; se olvida y ofende al
Señor (Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus
justos juicios).
El mal acecha a
cualquiera, en este caso a los sabios, jueces, ancianos (La iniquidad salió
en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo).
Adjunto el ritual
de la renuncia a Satanás (que en Cuaresma puede identificarnos con el rechazo
de Jesús, en el desierto, al diablo). Al pedirnos la Iglesia en la Vigilia
Pascual hacer este ritual no debe ser cosa pequeña a despreciar.
En la lectura se
nos habla de Susana como valiente, encarando al mal, y temerosa del Señor su
Dios; amando su mandato antes que ofenderle por temor a las amenazas
« ¡Oh,
Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, tú
sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir,
sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.»
Dichosos los
padres que educaron a esta mujer en ese sentido del respeto a sí misma y sobre
todo en el temor santo a Dios. Pero, también, confiada en el poder de su brazo.
Su oración, al expresar a Dios que la acusan, esconde una súplica confiada pero
angustiosa ¡¡¡ Ayúdame, por favor ¡!!!
“Si el afligido
invoca al Señor, el lo escucha y lo libra de sus angustias”, leemos en las
Escrituras
El Señor escuchó
su voz: “entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a
Dios que salva a los que esperan en él”, aquel día se salvó una sangre
inocente.
Salmo
23 (22), 1-3.4.5.6
Hoy viene, como
anillo al dedo, la 2ª estrofa del Salmo:
Preparas una mesa
para mí
frente a mis adversarios;
unges con óleo mi cabeza,
rebosante está mi copa.
frente a mis adversarios;
unges con óleo mi cabeza,
rebosante está mi copa.
Susana, bien pudo
hacer suya esta oración y comprobar la eficacia de orar y confiar en el Señor,
aunque desde la angustia.
Evangelio
Jesús, consciente
de dónde le puede llevar su predicación, sigue valientemente hablando de sí
mismo como manifestación de luz y vida; “Yo soy la luz del mundo. El que me
sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Jesús, ¡sí que
camina en la luz! que es hacer la voluntad del Padre: le obedece y habla ante
los duros de corazón; los que buscan, mediante las dialécticas, escurrir el
bulto de la conversión.
Cuanto más Jesús
da testimonio de sí, los fariseos obstinados se cierran a sus palabras;
“Mi
testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy”
“Yo
doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de
mí".
“Vosotros
no me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también
a mi Padre"
Estemos nosotros
prontos a obedecer a Dios, a través de las personas que tienen para nosotros
autoridad.
Manifestemos
nuestras propuestas e iniciativas pero con la intención de ser dóciles si no
nos secundan.
La voluntad del
Padre puede ser camino espinoso pero contamos con su dulce presencia, en el
corazón.
CONCRETANDO MI
ORACION EN ESTA CUARESMA- Al final de mi oración recordar algún punto que no
tengo claro en mi vida; escribir una propuesta y presentarla a los que tienen
autoridad. Pedir al Señor su luz y gracia para tener una obediencia activa.
Padre Santo, en el
nombre de Jesús tu hijo amado, y con la dirección de tu Santo Espíritu, me
pongo en tu presencia para darte gracias por permitirme acercarme a ti y
reconocer mi estado de pecado. Purifica y transforma mis pensamientos y
afectos, mi mentalidad y comportamientos; suscita en mí una sincera conversión.
Hoy, como el hijo
pródigo quiero voluntariamente reconocer que he pecado contra el cielo y contra
ti, que me arrepiento de haberte ofendido.
Ante ti Señor
confieso mi pecado, reconozco que no soy digno de ser llamado hijo tuyo, pero
se y creo que por tu infinita misericordia y por la Salvación que me ha dado
Jesús en la Cruz, me reconcilias contigo.
Por
eso Señor, en este instante quiero renunciar públicamente a todo aquello que me
ha separado de ti:
-“Para
ser cristianos de verdad tenéis que esforzaros por rechazar el mal, que lleva
al pecado y es negación de Dios.