Sinfonía de Adviento en re menor
Las composiciones musicales tienen distintas tonalidades. Las tonalidades mayores suelen deslumbrar más, pero a lo largo de la historia de la música ha habido compositores que nos han legado obras maestras en tonalidades menores, como re menor. Cabe destacar el Réquiem de Mozart, y sobre todo la 9ª sinfonía de Beethoven, la única obra declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. También nosotros podemos abordar los puntos para la oración de hoy como si se trataran de una sinfonía en re menor. Una sinfonía en siete movimientos. Para ello nos fijaremos en siete verbos que aparecen en las lecturas de la misa, y que comienzan con el prefijo “re”. Ellos nos introducen en la “música callada” y en la “soledad sonora” que viven los grandes protagonistas del Adviento: la Virgen y José en Nazaret, y Juan en el desierto.
1. Resplandece. En el salmo responsorial invocamos a Dios diciéndole: “resplandece, despierta tu poder y ven a salvarnos”. Contemplemos en nuestra oración la luz, el brillo, el resplandor de Dios. En las frías mañanas del Circo de Gredos, en cuanto empiezan a brillar los primeros rayos del sol, el ambiente se llena de calor y de color, retroceden el frío y la oscuridad. Lo mismo pasa en Adviento. Está a punto de surgir el Sol de justicia, Cristo nuestro Salvador. Presentimos ya su luz y su calor. Le pedimos que apresure su venida: que resplandezca, que nos llene de su esplendor. ¡Resplandece, Señor!
2. Restáuranos. Repetimos en el salmo: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”. Le pedimos al Señor contemplarle en su belleza. Además de iluminarnos y hacernos arder en su amor, nos restaurará. ¡Qué necesidad tenemos de restauración, de ser arreglados por dentro! San Pablo nos habla de la armadura del cristiano (Ef 6, 13 y ss): “el escudo de la fe, el yelmo de la salvación, la espada del Espíritu…” Pero constatamos que el escudo de nuestra fe lo tenemos un tanto horadado, el yelmo de la salvación, abollado; la espada que es la Palabra de Dios, poco afilada... En Adviento, si se lo pedimos y le dejamos hacer y deshacer, el Señor nos mete en su fragua, y restaura las armas que nos dio en el bautismo. ¡Señor, restáuranos!
3. Reconciliar. La primera lectura nos dice que Elías está reservado para “reconciliar a padres con hijos…” ¡Cuánto necesitamos la reconciliación! Contemplar el rostro de Dios nos lleva a reconciliarnos con Él, pero también con los hombres, empezando por los más cercanos. El Adviento es un momento propicio para hacer una buena confesión, y también para pedir perdón a los que tengo a mi lado. Pensemos: ¿Con quién tengo que reconciliarme? ¿Cómo lo haré?
4. Restablecer. Elías también esta reservado para “restablecer las tribus de Israel” Volver a establecer. ¡Cuántos buenos propósitos que hicimos un día se han ido quedando por el camino! El Señor nos restaura, quiere que volvamos al amor primero, a la frescura del amor recién estrenado, lleno de detalles y compromisos, tanto con Él, como con quienes nos rodean.
5. Renovar. Dice Jesús en el evangelio de hoy que “Elías vendrá y lo renovará todo”. La Navidad hace nuevas todas las cosas. Pero para ello hemos de empezar a renovar pequeñas cosas de cada día. El Señor da la vuelta a los valores que imperan en este mundo. Va a nacer en la humildad, en la pobreza, en lo que no cuenta… ¡Señor: que me renueve y me deje renovar!
6. Reconocer. Sigue diciendo Jesús: “pero os digo que Elías ya ha venido, y no lo reconocieron”. El Adviento es un tiempo para estar atentos al paso de Dios, para conocerle y reconocerle. Un tiempo de fe, para rasgar las apariencias y descubrir a Dios que sale al paso en nuestra vida. ¡Ven, Espíritu Santo! ¡Concédenos el silencio y la atención interior!
7. Recibir. Este verbo no está en las lecturas, pero sí en la oración de la comunión en la misa de hoy: “Que esta comunión que hemos recibido nos prepare a las fiestas que se acercan, purificándonos de todo pecado”. Recibirle en la comunión en los días de Adviento es la mejor manera de preparar la Navidad. ¡Quiero reconocerte y recibirte! ¡Resplandece en mí, Señor!
Siete movimientos… ¿Cómo los interpretó María? Contemplémosla. ¿Cómo fue su sinfonía en re? ¡Fue en re “menor”! Sí, porque Ella se hizo pequeña, se anonadó. Pero con su tonalidad menor, atrajo al Genial Compositor y Director de orquesta para que hiciera en Ella la interpretación más admirable que han conocido los siglos. Santa María del Adviento, enséñame a tocar como Tú estos siete verbos del Adviento, al calor de la música callada de Nazaret.