5 diciembre 2011. Lunes de la segunda semana de Adviento – Puntos de oración

Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.

___________

Mañana comenzaremos una de las semanas más importantes para los militantes y cruzados de Santa María (no exactamente porque celebraremos el Día de La Constitución, también). Vivimos en un tiempo litúrgico muy mariano, el tiempo de Adviento, en el que nuestra Madre María se nos pone como modelo, aquella que fue “dichosa porque escuchó la Palabra de Dios y la guardo”,… y germinó. El jueves celebraremos la Gran Fiesta de La Inmaculada, de la Purísima. Seguimos disponiendo nuestro corazón para este gran día, muy especial para todos nosotros, pues a Ella, a sus pies, pusimos nuestras vidas y nuestros corazones.

Seguimos avanzando en el camino del Adviento, ya comenzada la 2ª semana. El profeta Isaías nos propone estas dos virtudes: la alegría, la esperanza. El tiempo de Adviento es un tiempo en que no tenemos que dar cabida a la tristeza. No podemos estar tristes, es un tiempo de buenas noticias, “se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría”. Es verdad que alguno pueda estar pasando por momentos de dificultad, de cansancio, de no acabar de entender algunos acontecimientos que afectan a nuestra vida, fracasos, faltas y pecados que, muy a nuestro pesar, siguen oscureciendo nuestra vida. Pero no, hay algo más grande, mucho más grande que todas estas miserias. Porque es tiempo de Gracia. Estas palabras de Isaías son impresionantes: “Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo, se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa. El páramo será un estanque; lo reseco, un manantial”.

Danos fe, Señor, que podamos entender estas palabras de alegría y de esperanza.

En el Evangelio que hoy se nos proclama, se cumplen estas palabras del profeta Isaías. Jesús es el que nos sana, el que tiene poder para curar de los pecados. La oración es el momento para “descolgarnos” delante de Jesucristo, el médico. De mostrarle nuestra alma enferma. Cuando Jesús vea nuestra desnudez, nuestra enfermedad, nos curara. Aquí estoy Señor. Como decía nuestro querido Abelardo, esto es lo que te puedo ofrecer, aquí están mis manos vacías, mi pobreza. Señor, cúrame, creo en Ti.

Archivo del blog