22 diciembre 2011. Jueves de la cuarta semana de Adviento – Puntos de oración

Nos presenta el evangelio de hoy a María alabando la grandiosa obra de Dios, especialmente en los humildes, en los débiles, en los hambrientos, en los sencillos, en los pobres, y también en ella.

El canto de Magníficat merece la pena aprenderlo de memoria e irlo repitiendo cuando vamos por la calle, al comenzar o terminar un rato de oración, o en cualquier momento en que sintamos en el corazón que Dios ha estado grande, desconcertante, misterioso o silencioso, en el dolor o en la alegría, siempre que surja la necesidad de ponernos delante del Señor.

Comencemos la oración recitándolo lentamente. Varias veces. Poniendo el corazón en cada una de las frases.

Podemos imaginarnos, a la vez que vamos recitando esta bellísima oración, a María volviendo de casa de Isabel a Nazaret, o cuando percibe las dudas y el sufrimiento de José, o cuando descubre con gozo que Dios le desvela el misterio que hay en su interior, o camino de Belén, con el parto ya cercano, o recorriendo la pequeña ciudad de David casa por casa buscando donde alojarse por una noche.

En todas esas circunstancias, difíciles o gozosas, María no dejaría de repetir:

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador”.

Así sería la oración de María. Vamos a pedirle que nos la contagie. Que nos conceda una oración en la que no nos miremos a nosotros mismos, sino a ella y a Jesús en ella.

María no aprendió sola a orar. Lo hizo a través de la Sagrada Escritura. Los pasajes del profeta Samuel que hoy presentan la primera lectura y el salmo seguro que los habría meditado muchas veces. Ahora con Jesús en su interior, las últimas palabras de la primera lectura cobrarían en ella un sentido especial:

“Este niño… se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo”.

Esa oración la concretará más adelante, cuando 40 días después de su nacimiento presente a Jesús en el templo. Pero ya desde ahora, desde el primer momento, su corazón está abierto totalmente a lo que Dios quiera. Sigue repitiendo lo que le dijo al ángel: “Aquí la esclava, hágase”.

El salmo de hoy es también otra manera de decir lo que María expresa en el Magníficat. Una oración que conocería muy bien y habría orado muchas veces. Ella lo expresa con sus propias palabras, inspiradas por Dios para que cada hijo de María las haga plenamente suyas.

Esa sencilla oración llenará todo nuestro día. Que la terminemos también nosotros con el “hágase”, a imitación de nuestra Señora. Que, en vísperas de Navidad, llenemos el zurrón con nuestras miserias, nuestros proyectos, nuestro corazón, y nos pongamos en camino con María hacia el portal, para dárselo todo.

¡Feliz Navidad!

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