¡Que llega mi amado! ¡¡Que ya llega!!
Mira que estoy a la puerta y llamo… estoy a la puerta de tu corazón, esperando que me abras para entrar y hacer morada en ti.
Ya falta menos, apenas unos días para que recordemos el nacimiento de Jesús.
Nuestras calles están de fiesta, nuestras aulas se quedan ya vacías, la mesa de todas las familias se están preparando. Y la liturgia expectante nos grita: ¡¡Que llega mi amado!! ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a mí! Porque ha pasado el invierno. Es verdad, el invierno de las almas ha pasado y Cristo, con su calor, con su luz, está ya reinando en nuestras vidas.
Por ello debemos cantar de gozo y alegría como hace la liturgia en la primera lectura con el cantar de los cantares, como hace María en el evangelio en el encuentro con su prima.
Cantemos hoy de gozo en nuestra oración en esa expectante espera. Y leamos el cantar de los cantares sabiendo que el amado, el esperado no es otro que Jesús. Y con palabras prestadas, digámosle, apremiemos al Señor que ya llega, diciéndole ‘déjame ver tu figura, déjame escuchar tu voz, porque es muy dulce tu voz, y es hermosa tu figura’
Sí, Señor. Queremos verte, queremos tocarte, abrazarte en ese niño pequeño, demostrarte nuestro amor. Queremos oír tu voz y reconocer en esa voz, sin palabras todavía, la Palabra del Padre.
Ansiamos verte, y te lo decimos hoy con las palabras del Cantar de los cantares, con el alma henchida de gozo y alegría, que rezuman todas las lecturas.