Empezamos nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “Ven Espíritu
Divino e infunde en nuestros corazones el fuego de tu amor”.
Las lecturas de la Misa de hoy nos hablan de
lo importante y determinante que es escuchar la voz de Dios. Para poder
escuchar y entender la voz de Dios, hace falta tener un corazón humilde,
agradecido y deseoso de Dios. El salmista nos lo dice “Ojalá escuchéis hoy la
voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”. No endurezcas el corazón,
porque puede ser que oigas, pero que no escuches lo que Dios quiere decirte y
que no entiendas nada. Pídele al Señor que te dé un corazón semejante al suyo.
Para ello ora, háblale, Él siempre escucha. Pídele que te ayude a convertirte.
Estamos en Cuaresma y es el tiempo propicio para ello. Señor, dame la gracia de
la conversión para mirarte y acogerte con un corazón humilde, para que pueda
escucharte, caminar según tus ideas, y no según las mías, porque tu me dices
“Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo; caminad
por el camino que os mando, para que os vaya bien” y “el que no recoge conmigo,
desparrama”.
Nos encomendamos a nuestra madre la Virgen, que siempre nos conduce de su mano a Jesús, para que nos ayude a tener un corazón semejante al de su hijo para que así podamos escuchar y comprender lo que el Señor nos pide cada día.