Oración inicial
Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Jesucristo Nuestro Señor... “Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.”
Meditación
¡Qué bueno es empezar la oración de esta manera! La actitud de alabanza que más le agrada a Dios es la de la humildad, porque es la más verdadera. Vivir humildemente es ir por buen camino. Si siempre quieres aparecer el primero en todas las fotos, quedar por delante de todos, que te nombren en todos los círculos y reuniones, que te carguen de responsabilidades y poder estar en “la pomada” de la sociedad... estarás a un paso de alejarte definitivamente de Dios.
Dios estuvo con los humildes y fue muy humilde: Pasó por el bautismo de Juan que preparaba a los pecadores para iniciar su conversión y su salvación. Pasó treinta años en Nazaret en trabajo sencillo y manual reconociendo que “lo normal” es trabajar sencillamente, sin aparecer, sin querer ser “personita”. Pasó por una muerte violenta y humillante porque así estaba seguro de cumplir lo que Dios quería y nos traería la salvación a todos.
En cualquier caso, Dios perdona siempre a su pueblo. Sólo le pide el deseo de conversión. Cuantas veces le negamos o incumplimos con sus normas y decretos, somos perdonados si humildemente pedimos perdón. Humildemente ante un sacerdote-confesor, humildemente contando de palabra lo que hemos incumplido del plan de Dios en nuestra vida, humildemente reconociendo que necesitamos el perdón para aumentar nuestra capacidad de perdonar. El pecado nos mantiene humildes, por eso misteriosamente, el Señor permite que caigamos. San Pablo lo sabe muy bien. Pidió no caer, pero le dijo Dios que le bastaba su gracia. Y luego les decía a los romanos, en la lectura que acabamos de hacer: “¿Habrá Dios desechado a su pueblo? De ningún modo.” Pero evitemos endurecer nuestro corazón, porque entonces seremos ya incapaces de ni siquiera pedir perdón. He ahí el verdadero peligro.
Oración final
¡Haz humilde mi corazón, Señor! No quiero ser el primero en nada, si no es en cumplir con tu voluntad. Pero si esa voluntad es que yo sea el primero en algo, mantenme humilde, para que ese privilegio no me sea causa de condenación, sino de conversión para mí mismo y los que me rodean.
Apéndice pedagógico
Algunos utilizan este pasaje del evangelio para justificar el ponerse en los últimos bancos de un templo para celebrar la Eucaristía. Pero está mal interpretado el hecho. Antiguamente estar el primero era símbolo de prestigio, pero en nuestra sociedad actual, quedarse detrás es símbolo de no querer dar la cara, de no querer que me vean dormido o distraído, de no querer hacer el esfuerzo de atención, de haber llegado tarde, de querer pasar pecadoramente desapercibido. Las celebraciones litúrgicas, y más las nuestras cuando estamos solos, deberían ser un canto a la alegría y un símbolo de comunión entre todos nosotros. Por eso, estar todos juntos y delante –cerca del altar- es la mejor forma de demostrar lo que somos y lo que queremos ser, una comunidad de jóvenes, activa, coherente, valiente y enamorada de Cristo. No nos ponemos delante por prestigio, sino por estar más cerca de Aquél que se entregó por nosotros.