Puntos de oración 16 octubre 2009

Meditamos…

Las lecturas nos hablan todas de confianza en Dios. Jesús no hace más que repetirnos que no temamos. ‘No tengáis miedo a los que matan el cuerpo’. ¡No tener miedo de que nos maten! ¿Hay algo peor que que te quiten la vida? Sí, que nos quiten a Dios. Eso sí hemos de temer. Que el mundo nos robe el alma. Que poco a poco se vaya enfriando. Que lleguemos a ver toda la vivencia religiosa como algo ilusorio, algo de niños…

Esa autosuficiencia o ese ir el alma haciéndose tibia, tenemos que temerlo más que al propio pecado.

Porque el pecado, por debilidad, por caída, nos humilla, pero no nos aleja de Dios, pues como decimos en el salmo ‘Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mí culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado’. Sí, el Señor está siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados, a volvernos a acoger con los brazos abiertos.

Por eso la oración de hoy debe ser una llamada a la confianza audaz, como nos pedía Santa Teresita, como nos enseñó Abelardo. Dios nos conoce bien, sabe de nuestra fragilidad, tiene contados hasta los pelos de nuestra cabeza. ¡Cómo no fiarnos de su amor!

Oramos…

Te propongo que hagas este rato de oración unido al sacramento del perdón. Si hace un tiempo que no te has confesado, hoy es puede ser un buen día, pues como dice San Pablo: «Dichoso el hombre que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le cuenta el pecado».

Y si te has confesado hace poco te sugiero que hagas este rato de oración actualizando el gozo de saberte perdonado, de que Dios ha sepultado tu pecado.

Dale gracias a Dios por ese perdón. Como el leproso agradecido vuélvete hoy a él para darle las gracias por haberte limpiado, por haberte amado. Acércate a Jesús humildemente y, después de escucharle en su sermón, agradécele su amor, su perdón. Pídele que te guarde siempre en el hueco de sus manos, como a un pequeño gorrión, para que nunca, nunca, nunca el mundo pueda robarte la vida, matarte el alma.

Siente su abrazo y oye cómo te dice: ‘Mi pequeño, jamás te dejaré. Eres precioso para mí. Por ti daría de nuevo mil veces mi vida. Me has costado al precio de sangre. Jamás dejaré que nadie te arrebate de mi lado’

Estando en sus brazos, ¿qué puedes temer?

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