El Evangelio de hoy es uno de esos textos que en algunos momentos preferimos no encontrarlos. Trata de leerlo muy despacio, aunque te cueste. Nos gustaría limar, redondear estas aristas y que no suenen tan duras a nuestros oídos. Pero preferimos vivir el Evangelio “sin páginas arrancadas”. Porque queremos seguir sólo a Cristo, es una gracia que también la esperamos de Él, pero hay que pedir este don.
“¿Pensáis que he venido a traer paz al mundo? No, sino división”. No he venido a traer paz, sino división.
Con seguridad que te han venido a la memoria otros textos parecidos, como “El que no está conmigo, está contra mí, el que no recoge conmigo, desparrama”. O este otro texto: “No se puede servir dos señores, a Dios y al dinero…”, o “poner una vela a Dios y otra a Satanás”. Tengo que ser consciente de la decisión, y las consecuencias que se derivan de elegir y seguir cada día al Señor.
En este rato de oración tenemos que escuchar la llamada de Cristo, como nos recuerda San Ignacio en el libro de los Ejercicios. “Si quieres venir conmigo, has de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me sigas en la gloria”.
Santa Teresa nos recuerda que, “oración y comodidad no se compadecen”. No se pueden dar a la vez.
Aquí vemos con claridad la línea divisoria que presenta el seguimiento a Cristo; o le sigues imitándole en la vivencia coherente de las bienaventuranzas, o te dejas arrastrar por el mundo y sus placeres.
La división de la que habla Jesús en este evangelio es propia de quien se decide con determinación por seguir a Cristo, pues el mundo, con sus pasiones, se opondrá radicalmente al camino que Él nos propone.
La división es el resultado de la aceptación o el rechazo de Dios. Y con frecuencia este rechazo no hay que buscarlo fuera entre los ateos, entre los indiferentes, sino entre los miembros de mi propia familia, donde no aceptan el cambio de vida que se ha generado, por ejemplo, en unos Ejercicios Espirituales.
Que Santa María me comunique: “fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor”. Y siguiendo a San Ignacio de Loyola: “que conozca más a Cristo, le ame y le siga”.
Petición: “Por Él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en él”.